Una familia formada en el perdón - Parte 2
(Mt 18:21-35)
El evangelio de hoy es la continuación de la lectura del domingo pasado, que nos enseñaba como enfrentar las diferencias y las disputas.
Pedro ha entendido la enseñanza del Evangelio del domingo pasado (perdón y cuidado pastoral), pero desea conocer los límites: ¿Perdonar a alguien siete veces es suficiente? La respuesta de Jesús indica que no debería haber límite para el número de veces.
Luego, él narra la parábola sobre el perdón y la gratitud.
No hay duda que el perdón genuino, el perdón de corazón, es un verdadero desafío. Cuanto más nos hiere otra persona, más difícil es perdonarla. El perdón es un proceso más que un momento. Llegamos a perdonar poco a poco, a veces nos cuesta un largo período de tiempo.
Si podemos orar por quienes nos lastiman, ya hemos dado el primer paso en el camino hacia el perdón. El perdón no implica que lo que hizo una persona estuvo bien.
La idea bíblica del perdón se basa en la conciencia de la extraordinaria compasión de Dios hacia nosotros. Dios no tiene en cuenta nuestro pasado, el tema de la primera lectura de hoy Pero esa acción de Dios debe encontrar su resonancia en cómo nos comportamos los unos con los otros. Solo tendrá esa resonancia cuando experimentemos personalmente el amor abrumador de Dios por nosotros. Eso es lo que nos une a una relación con Dios y a actuar con los demás como Dios ha actuado con nosotros.
Esa experiencia de la compasión de Dios genera en nosotros una gratitud que nos permite perdonarnos unos a otros.
Para el discípulo de Jesús, el perdón debe ser real y genuino - desde el corazón - y construido sobre la conciencia de la compasión y misericordia de Dios hacia nosotros. Por eso, Jesús incluye en su gran oración perdónanos nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Si Dios nos ha perdonado, debemos perdonarnos los unos a los otros.
No vivimos nuestra vida cristiana en una especie de isla de la fantasía, llena de pensamientos piadosos y hermosos sueños. La vivimos en realidades, a veces duras, y en situaciones difíciles que enfrentan a los seres humanos.
Como la vivamos dependerá del grado de conciencia que tengamos de Dios en nuestra mente y en el corazón.
La vida real es un campo de prueba de la fe.
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