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Miércoles, 27 Julio 2022 09:32

Celebrando en Familia - 18 Domingo del Tiempo Ordinario

Falsa seguridad
(Lucas 12:13-21)

Frecuentemente, somos conscientes de la vulnerabilidad e incertidumbre de la vida. Las cosas pueden cambiar de repente.

No sabemos qué pasará hoy, mañana o incluso dentro de unos momentos. Este tipo de experiencias pueden provocarnos una profunda ansiedad, y buscamos de protegernos a nosotros mismos y a lo que poseemos contra los acontecimientos adversos de la vida. No es solo un problema para las personas pudientes como el hombre rico del Evangelio de hoy. Puede ser un problema para todos nosotros.

Parece que tenemos la necesidad instintiva de construir una sensación de seguridad acumulando bienes y riquezas.

El Evangelio de Lucas se centra en que no hay nada más destructivo para la vida y la humanidad que la necesidad de adquirir, retener y aumentar la riqueza.

El problema no son las riquezas que poseemos, sino que nuestra necesidad de poseerlas se interpone en nuestra relación con Dios, nuestra única y verdadera seguridad.

Esa misma necesidad también se interpone en nuestra preocupación por los demás.

Nos volvemos reacios a compartir lo que tenemos por si algún día lo necesitamos.

En muchos sentidos, el Evangelio trata de la orientación fundamental de la vida de un discípulo: ¿vivimos para nosotros mismos y nuestras posesiones, o para Dios y el Reino? ¿Somos dueños de nuestras posesiones, o ellas son nuestras dueñas? ¿Qué es lo que más valoramos en la vida? 

El afán por las cosas materiales nos distorsiona, reduce nuestra atención y corrompe nuestro sentido moral. Como discípulos de Jesús, tratamos de mantener a Dios en el centro de nuestras vidas. En el Bautismo y en la Confirmación nos comprometemos a ser trabajadores voluntarios con Dios para hacer realidad los sueños y las esperanzas de Dios para todos nosotros.

Una vida exitosa a los ojos de Dios no consiste en acumular tesoros materiales para nosotros mismos (la parábola del hombre rico en el Evangelio de este domingo), sino en ser una fuente de tesoros reales para los demás (la parábola del siervo en el Evangelio del próximo domingo). Muy a menudo, las oraciones de la misa piden a Dios que nos ayude a utilizar sabiamente los bienes de la tierra.

La sabiduría de Dios siempre nos orienta a utilizar lo que somos y lo que tenemos para enriquecer la vida de los demás.

Vivir según el corazón de Dios nos ayuda a mantener todas las cosas en su justo orden y nos abre a la visión más amplia de la realidad de Dios.

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