Anno Brandsma nació el año 1881 en la región holandesa de Frisia. Ingresó en la Orden de los Carmelitas el año 1898 tomando el nombre de Tito, como su padre. En octubre de 1899 emitió la profesión y el 17 de junio de 1905 fue ordenado sacerdote. A lo largo de su recorrido académico Tito se especializó en filosofía y en teología mística. El año 1923 colaboró en la creación de la Universidad Católica de Nimega, de la que unos años más tarde fue Rector Magnífico.
En los años que precedieron a la segunda guerra mundial Tito se declaraba abiertamente contrario a la ideología nazi. Durante la ocupación de Holanda defendió la libertad de prensa y en particular de la prensa católica. Fue detenido en enero del 1942 y el 26 de julio del mismo año murió en el campo de concentración de Dachau tras serle administrada una inyección letal. Fue beatificado en el año 1985.
Contemplación
Durante su vida, Tito Brandsma subrayó la importancia de la contemplación activa.
Contemplación. Hay gente que piensa que es una palabra extraña, aplicada a gente rara llamada “místicos”. Algunos piensan: “No es para mí, que estoy tratando los asuntos reales de la vida. Es solamente para los que rezan y viven en soledad”.
Sin embargo, los carmelitas entienden la contemplación como una actitud de apertura a Dios, cuya presencia descubrimos en todas las cosas. Es una actitud que puede permear cualquier dimensión de nuestra vida, sin importar cuál es nuestro trabajo. ¡La contemplación es para todos!
Inspirado por Elías, “Vive Dios en cuya presencia estoy”, Tito subrayó la importancia de vivir continuamente en la presencia de Dios. Necesitando de práctica, implica una conciencia de estar ante el rostro de Dios durante todo el día. Incluso en una vida de actividad intensa, cada uno de nosotros puede vivir en la presencia de Dios.
Comienza cuando nos encomendamos a Dios, en cualquier modo que Él elija para acercarse a nosotros.
Le corresponde a Dios, no a nosotros. Es su obra en nosotros. Dios está deseoso de tocarnos y transformarnos para ser como Él. Dios quiere llevarnos a estar unidos con Él en el amor, de modo que podamos vivir en su amorosa presencia. Este flujo de amor divino lenta y gradualmente nos cambia. Nos vacía de nuestros modos humanos, limitados e imperfectos, de pensar, amar y comportarnos, transformándolos en modos divinos.
Es hermoso, ¿verdad?
La contemplación, pues, es un elemento dinámico que une la oración, la vida en relación con los demás y los asuntos reales de la vida y el trabajo.
Con la contemplación, nuestra oración ya no es un asunto de labios, se vuelve contemplativa, como dice santa Teresa de Jesús: “Un trato amistoso; significa tomar tiempo a menudo para estar a solas con quien sabemos nos ama”. Nuestras relaciones con nuestro prójimo se vuelven contemplativas cuando somos capaces de ver a Dios en nuestros hermanos, con todas sus fuerzas y debilidades, y valorar el misterio de aquellos con los que compartimos nuestra vida.
Esta experiencia de contemplación y oración en una comunidad nos impulsa a buscar el rostro de Dios en el corazón del mundo. Esta creencia nos mueve entonces a prestar nuestras manos a los que sufren y necesitan ayuda. En esta contemplación cree firmemente Tito Brandsma. Él resume la vida carmelita como dedicación completa a la contemplación, que solo debería interrumpirse por necesidad: cuando es necesario ir a la gente a hablarles de Dios. Solamente la caridad hacia nuestro prójimo o la obediencia pueden justificar dejar a Dios por Dios.
A Dios se le puede encontrar en los lugares de culto.
Sin embargo, si tenemos que ir a dar una mano a nuestros hermanos necesitados, aún podemos encontrar a Dios ahí. Dejar a Dios por Dios es una especie de mantra que nos ayuda a ser contemplativos en cualquier momento y lugar.
Pero, ¿hasta dónde llegó Tito con este pensamiento?
La respuesta está en el mismísimo final de su vida. Sin miedo, Tito combatió la injusticia que los nazis ejercieron sobre Holanda. Él defendió al débil que era marginado y sufría bajo la opresión nazi, afirmando valientemente: ¡La Iglesia Católica no discrimina a nadie por razón de sexo, raza o nación!
La consecuencia de esta actitud fue su detención. Cuando estaba en la cárcel de Scheveningen, entre la soledad y un frío espantoso, sus ojos contemplativos vieron a Dios. Entonces escribió una oración:
Porque Tú, Jesús, estás conmigo,
nunca he estado tan cerca de Ti.
Quédate conmigo, conmigo, dulce Jesús,
tu presencia todo lo vuelve bueno para mí.
En el campo de concentración de Dachau, cuando lo golpeaban tan fuertemente, cantó Adoro Te devote, un himno contemplando la presencia de Jesús en la Eucaristía. ¡Qué contraste, como queriendo unir sus sufrimientos a los de Cristo!
Finalmente, a la enfermera agnóstica que le administró una inyección letal, le dio alegremente su sencillo rosario, animándola a rezar la última frase de la avemaría: “Ruega por nosotros, pecadores”. Tito vio en esta enfermera agnóstica, su ejecutora, la presencia de Dios. Él es verdaderamente un alma contemplativa.
Oración
Dios de la paz y de la justicia,
Tú que abres nuestros corazones al amor
y a la alegría del Evangelio
incluso en medio de las innumerables formas de violencia
que pisotean la dignidad de nuestros hermanos y nuestras hermanas,
ayúdanos con tu gracia,
para que, como san Tito Brandsma,
podamos con compasión, ver más allá de los horrores de la injusticia,
y contemplar tu gloria que resplandece a través de los mártires
de todos los tiempos, y ser así tus testigos auténticos en el mundo de hoy.
Amén.
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