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Fiesta de Santa Teresa de Lisieux
Con ocasión de la fiesta de Santa Teresa de Lisieux, la Oficina de Comunicación se complace en presentar tres reflexiones sobre su vida y su doctrina, a cargo del P. Giampiero Molinari, miembro de la Provincia italiana. Estas tres conferencias formaban parte del programa de formación permanente para la región europea. La primera conferencia se impartió en octubre de 2023, 150 aniversario del nacimiento de la santa y centenario de su beatificación por el Papa Pío XI. La tercera y última conferencia se impartió el 20 de abril de 2024.
Cada conferencia incluye preguntas para la reflexión.
Esperamos que disfruten de estas presentaciones sobre la vida de Teresa experimentando la misericordia y la gracia, el «Caminito» de Teresa, y Teresa y la Iglesia, y que se sientan atraídos a reflexionar sobre ellas en su propia vida.
Conferencia 1: Itinerario de Santa Teresa de Lisieux como Identificación Con Cristo: La Misericordia en La Fragilidad y el Primado de la Gracia
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Conferencia 2: El “caminito”: una espiritualidad de lo cotidiano
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Conferencia 3: “En el Corazón de la Iglesia” (ms B 3v): Horizonte Apostólico de Santa Teresa de Lisieux
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Para leer más sobre la vida de Santa Teresa de Lisieux, Virgen y Doctora de la Iglesia
3ª Conferencia: “En el Corazón de la Iglesia”
“En el Corazón de la Iglesia” (ms B 3v):
Horizonte Apostólico de Santa Teresa de Lisieux
Tercer encuentro de formación permanente de la Familia Carmelitana de Europa
20 de abril de 2024
Giampiero Molinari, O. Carm.
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Mons. Combes, uno de los pioneros en el estudio sobre la doctrina de Teresa de Lisieux, ha definido la vocación de la santa como esencialmente apostólica y, más exactamente, como misionera[1]. En efecto, su espiritualidad decididamente cristocéntrica la conduce a la apertura hacia la Iglesia considerada como el cuerpo místico de Cristo y a anhelar la salvación de todos sus componentes. Es muy significativo lo que escribe al seminarista Bellière, su primo y “hermano espiritual”:
Ya lo sabe, una carmelita que no fuese apóstol se alejaría de la finalidad de su vocación y dejaría de ser hija de la Seráfica Santa Teresa, la cual deseaba dar mil veces la vida para salvar una sola alma (LT 198, del 21 de octubre de 1896)[2].
Por lo demás, creo que sería suficiente releer las célebres páginas del Manuscrito B donde la santa manifiesta toda la serie de vocaciones que percibe en lo hondo de su corazón (cf. Ms B 2v-3r)[3] para comprender del todo su ardor apostólico. En estas páginas Teresa es como un “río en crecida”:
Quisiera recorrer la tierra, predicar tu nombre –escribe dirigiéndose a Jesús- […] una sola misión no me bastaría: quisiera anunciar a un mismo tiempo el evangelio en las cinco partes del mundo e incluso en las islas más lejanas… (Ms B 3r).
En esta reflexión intentaré, pues, indicar de manera sintética algunos momentos de la vida y experiencia espiritual de Teresa que la hicieron madurar y que contribuyeron a que la unión nupcial con el Maestro acabase en ansia evangelizadora. El Papa Francisco, en la Exhortación C’est la confiance, además de recordar su proclamación como patrona de las misiones, presenta a la carmelita de Lisieux con el interesante título de maestra de evangelización (cf.n.9) ofreciéndonos al mismo tiempo una buena clave de lectura:
Teresa […] no concebía su consagración a Dios sin la búsqueda del bien de los hermanos. Ella compartía el amor misericordioso del Padre hacia el hijo pecador y el del Buen Pastor hacia las ovejas perdidas, alejadas, heridas (n.9).
“Me sentía devorada por la sed de almas”:
la “Gracia de Navidad” del año 1886 y la experiencia de julio del año 1887
En el centro del Manuscrito A encontramos la narración de dos acontecimientos de la vida y experiencia espiritual de Teresa: la llamada “Gracia de Navidad” del año 1886 y la participación en el misterio de la Redención, vivida un domingo del mes de julio de 1887 (cf. Ms A 44v-46v). Ya hemos indicado que ésta fue una etapa central para la madurez de la santa, ya que marca el inicio de un proceso de liberación del infantilismo para crecer como mujer y como madre[4]. El teólogo Robert Cheib resume estas páginas tan fundamentales del Manuscrito A definiéndolas como «un paso pascual del repliegue sobre sí a la pro-existencia»[5], o sea, a donarse a los demás. Las palabras de Teresa al acabar la narración de la “Gracia de Navidad” no dejan al respecto lugar a dudas:
[Jesús] Hizo de mí un pescador de almas; sentí un deseo grande de trabajar para la conversión de los pecadores, un deseo que nunca había sentido tan vivamente. En una palabra, sentí que la caridad me entraba en el corazón (Ms A 45v).
Inmediatamente después de estas líneas, la santa continúa narrando la experiencia producida tras la mirada de fe dirigida a la estampa del Crucifijo que tenía en su misalito (cf. Ms A 45v-46v): quedó impresionada por la sangre que cae de una de sus manos y por el hecho de que nadie se apresurase a recogerla. Por eso –escribe-
decidí mantenerme a los pies de la Cruz para recibir el rocío Divino que brotaba, y comprendí que habría de esparcirla después sobre las almas… También el grito de Jesús desde la cruz me resonaba sin cesar en el corazón: «¡Tengo sed!». Estas palabras encendían en mí un ardor desconocido y vivísimo. Quería dar de beber a mi Amado y yo misma me sentía devorada por la sed de las almas (Ms A 45v. Grassetto mio. Las palabras en cursiva corresponden al subrayado efectuado por la misma Teresa)[6].
Como se sabe, teniendo como fondo este contexto, Teresa se lanzó a escribir la crónica de aquellos días narrando la conversión de Pranzini, que de ser un “gran criminal” pasó a ser su “primer hijo” (cf. Ms A 45v e 46v). En todo esto, la santa ve la confirmación de su propia vocación:
después de aquella gracia singular, mi deseo de salvar almas crecía cada día más. Me parecía oír a Jesús que me decía como a la samaritana: «¡Dame de beber!». Era un verdadero intercambio de amor: yo daba a las almas la sangre de Jesús, y a Jesús le ofrecía estas mismas almas refrescadas por su rocío Divino (Ms A 46v).
A mi parecer este conocido pasaje es central, ya que muestra la íntima unión entre el vínculo matrimonial y maternal del corazón de Teresa, entre la dimensión cristológica de su espiritualidad y el horizonte eclesial: la profunda comunión con Jesús en los misterios de la Encarnación y de la Pasión dilatan su corazón y lo abren hacia la Iglesia.
Esta dinámica será una constante durante toda la breve vida de Teresa. Me limito a algún ejemplo. En la oración que compuso para el día de la Profesión religiosa (8 de septiembre del 1890), alejándose de la opinión común de aquel tiempo según la cual se daba como segura la condenación de muchas almas, escribe:
Jesús, haz que yo salve muchas almas: que hoy no se condene ni una sola y que se salven todas las almas del purgatorio… Perdóname, Jesús, si digo cosas que no hay que decir: sólo deseo alegrarte y consolarte (Pr 2)[7].
En la carta del 26 de diciembre de 1896, dirigiéndose al seminarista Bellière, afirma:
Trabajemos juntos por las almas. Sólo tenemos un único día de esta vida para salvarlas y ofrecer así al Señor las pruebas de nuestro amor (LT 213).
Esta maternidad espiritual de Teresa se manifiesta de modo particular en la correspondencia con su hermana Celina y con los dos “hermanos misioneros”, donde alcanza el sentido de un deseo que no podrá extinguir ni siquiera la muerte. Escribe a Bellière:
le prometo que allí Arriba también estará su pequeña hermana. Nuestra unión, en vez de romperse, será entonces más íntima: ya no habrá clausura, no habrá ya rejas y mi alma podrá volar con usted a las misiones lejanas. Nuestras funciones seguirán siendo las mismas: para usted las armas apostólicas, para mí la oración y el amor (LT 220, del 24 de febrero del 1897. Grassetto mio)[8]..
Dice al Padre Roulland:
Ah, hermano mío, lo siento, le seré mucho más útil en el Cielo que en la tierra […] Espero no estar inactiva en el Cielo: mi deseo es trabajar aún entonces por la Iglesia y por las almas (LT 254, del 14 julio de 1897).
“Quiero ser hija de la Iglesia” (Ms C 33v):
la peregrinación a Roma del año 1887 y la oración por los sacerdotes
Como sabemos, el mes de diciembre de 1887 Teresa participó en una peregrinación a Roma con motivo del jubileo sacerdotal de León XIII. Esto constituirá para la santa una segunda etapa en su itinerario de madurez, que le procurará una ulterior dilatación del corazón. Así lo indica la expresión que eligió para introducir el relato: «En Italia entendí mi vocación» (Ms A 56r). En el Manuscrito A leemos:
Viví durante un mes con muchos santos sacerdotes y entendí que, si su sublime misión los eleva sobre los ángeles, esto no quita que sean hombres débiles y frágiles. Si los sacerdotes santos, que Jesús llama en su evangelio «la sal de la tierra» muestran en su comportamiento que tienen gran necesidad de oraciones, ¿qué decir de aquellos que son tibios? (Ms A 56r).
La conclusión a la que llega Teresa es obvia: la vocación del Carmelo es «conservar la sal destinada a las almas» (Ms A 56r), o sea, acompañar con la oración y con el ofrecimiento de la propia vida claustral a los presbíteros «mientras ellos evangelizan las almas con las palabras y sobre todo con el ejemplo» (Ms A 56r). En la conclusión de esta pensamiento aparece hasta qué punto siente Teresa esta vocación: «He de parar, si continuase hablando de este tema no acabaría nunca» (Ms A 56v).
En efecto, la oración por los sacerdotes será una constante en la vida de la santa, empezando por la respuesta dada en el escrutinio canónico que precedió a la profesión: «He venido para salvar almas y sobre todo para orar por los sacerdotes» (Ms A 69v). Este tema se repite con cierta frecuencia en la correspondencia con su hermana Celina[9] y también aparece en el último tramo de su vida. Así lo dice en las últimas páginas del Manuscrito C (redactado en el mes junio de 1897) al hablar de los dos “hermanos misioneros”:
con la gracia del Buen Dios, espero ser útil a más de dos misioneros, no podría olvidar rezar por todos, sin dejar de lado a los sacerdotes sencillos cuya misión tal vez es tan difícil de realizar como la de los apóstoles que predican a los infieles. En fin, quiero ser hija de la Iglesia (Ms C 33v).
En cuanto a estos dos misioner4os confiados a su solicitud espiritual, Teresa no se limita sólo a la oración, sino que los acompaña adoctrinándolos sobre la maternidad y la fraternidad, ejerciendo una especie de ministerio de la consolación al animarlos a avanzar por el surco del “caminito”. Pocos meses antes de su muerte escribe al seminarista Bellière:
[Jesús] permite que todavía pueda escribir para mirar de consolarlo y sin duda ésta no es la última vez. […] Cuando llegue al puerto le enseñaré, querido pequeño hermano de mi alma, cómo habrá de navegar en el tempestuoso mar del mundo con la confianza y el amor de un niño que sabe que su Padre lo ama tiernamente y no sabría dejarlo solo en la hora del peligro. Ah, como quisiera hacerle comprender la ternura del Corazón de Jesús {…], Se lo ruego, querido hermano mío, procure […] convencerse de que en vez de perderme me encontrará y que yo no lo abandonaré jamás (LT 258, del 18 de julio del 1897).
“Atráeme, correremos tras el olor de tus perfumes” (Ms C 34r):
el “testamento misionero” de Teresa
En las últimas páginas del Manuscrito C encontramos un pasaje que se revela de gran importancia para el tema sobre el que estamos reflexionando. Teresa comenta un versículo del Cantar de los Cantares, que obviamente lee en la versión de la Vulgata: “Atráeme, correremos tras el olor de tus perfumes” (Ct 1,4)[10], y descubre en este breve texto un medio para llevar a cabo su misión (cf. Ms C 33r). Esta es su reflexión:
Oh Jesús, entonces no es ni siquiera necesario decir: Al atraerme a mí, atrae a las almas que amo. Basta esta sencilla palabra «Atráeme». Lo entiendo, Señor, cuando un alma se deja cautivar por el olor embriagador de tus perfumes, no podría correr sola, todas las almas que ama son arrastradas detrás de él; esto sucede sin obligarse, sin esfuerzo, es la consecuencia natural de su atracción hacia ti (Ms C 34r).
En la Exhortación C’est la confiance el Papa Francisco define esta página como una especie de “testamento misionero” que deja entrever un tema que le es muy querido: la evangelización por atracción, no por proselitismo (n. 10). En efecto, también en este pasaje aparece con facilidad el ligamen entre la dimensión cristológica y el horizonte eclesial que caracteriza la experiencia espiritual de Teresa: vivir con profundidad su vocación nupcial en el silencio de la soledad del Carmelo le permite experimentar una fecunda maternidad espiritual[11].
Mirándolo bien, la reflexión sobre este versículo del Cantar de los Cantares no es sino la cara apostólica del Ofrecimiento al Amor Misericordioso. De hecho, también en este caso habla la santa de zambullirse en el “océano sin orillas” del amor de Dios (Ms C 34r) y escoge el símbolo del fuego, signo del Espíritu Santo:
Siento que cuanto más inflame mi corazón el fuego del amor, cuanto más le diga Atráeme, tanto más las almas que se acercarán a mi […] correrán con rapidez detrás del aroma de los perfumes de su Amado (Ms C 36r).
Acaba la reflexión con una especie der “corolario”: «el alma inflamada de amor no puede permanecer inactiva» (Ms C 36r).
Para acabar:
Valor apostólico der la oración
Lógicamente, Teresa vive el amor por la Iglesia y por la misión en conformidad con su propia vocación claustral. Creo, sin embargo, que su testimonio recuerda a todos el valor apostólico de la oración y del ofrecimiento de la propia cruz. En la vida hay momentos en los que se puede permanecer sirviendo a la Iglesia estando en el monte como Moisés (cf. Es 17,8-13). La santa lo recuerda en una carta a Celina, poniendo en boca de Jesús su propia convicción:
Vosotros sois mi Moisés orando sobre el monte, pedidme operarios y yo los enviaré; no espero nada más que una oración, un suspiro de vuestro corazón. (LT 135, del 15 agosto 1892)[12].
Como discípula de San Juan de la Cruz, Teresa ha entendido perfectamente que se puede ser más útil a la Iglesia con algunos momentos de oración pura que con muchas actividades separadas de esta fuente[13]. La fuerza de la oración, efectivamente, está en ser dóciles a la acción transformante del Espíritu Santo, en «santificarnos, en hacernos luminosos, en encender en nosotros el fuego de la Caridad de Cristo, y esta es la raíz del dinamismo misionero de la Iglesia»[14].
[1] Cf. M. HerrÁiz, Apostolado, en Nuevo Diccionario de Santa Teresa de Lisieux, Editorial Monte Carmelo, Burgos 20032, 87.
[2] Cito los escritos de la santa sirviéndome de la siguiente edición: S. Teresa di Gesù Bambino e del Volto Santo, Opere complete. Scritti e Ultime Parole, LEV–OCD, Città del Vaticano-Roma 1997. Utilizo las abreviaciones habituales: Ms. A, B, C: Manoscritti autobiografici A, B, C; LT: Lettere; P: Poesie; Pr: Preghiere; QG: Quaderno Giallo di Madre Agnese (donde se recogen los llamados “Últimos Coloquios”, o frases de Teresa anotadas por la Madre Agnese en su libreta).
En la Poesía A Nuestra Señora de las Victorias Reina de las Vírgenes, de los Apóstoles y de los Mártires, compuesta unos meses antes, Teresa expresaba ya esta convicción: «Ayudando a salvar un alma / mil veces querría morir» (P 35, str. 4, del 16 de julio de 1896).
[3] Cf. R. J. S. Centelles, «En el corazón de la Iglesia, mi madre, yo seré el Amor». Jesús y la Iglesia como misterio de amor en Teresa de Lisieux, Editrice Pontificia Università Gregoriana, Roma 2003, 203-206.
[4] Cf. R. Cheib, L’ermeneutica agapica e nuziale della notte di Thérèse di Lisieux, en Teresianum 73 (2022/2), 539.
[5] Ibidem, 540.
[6] Durante el tiempo pasado en la enfermería Teresa volverá sobre la “Gracia del Crucifijo”. Estas son sus palabras, anotadas por la Madre Agnese en el Cuaderno Amarillo el 1 de agosto de 1897: «Oh! No quiero dejar que se pierda esta preciosa sangre. Pasaré mi vida recogiéndola para las almas» (QG 1.8.1. Grassetto mio).
[7] Deseo que ya mostró el día de su vestición: «Oh, yo no quiero que Jesús tenga la más pequeña pena el día de mi noviazgo: quisiera convertir a todos los pecadores de la tierra y salvar todas las almas del purgatorio (LT 74, del 6 de enero de 1889).
[8] Imitando a Santa Teresa de Jesús, la carmelita di Lisieux expresa el mismo deseo al Padre Roulland en su carta escrita un mes después: cf. LT 221, del 19 marzo 1897.
[9] Cf. Por ejemplo LT 94, del 14 de julio del 1889; LT 101, del 31de diciembre del 1889; LT 108, del 18 de julio del 1890; LT 122, del 14 de octubre del 1890.
[10] La actual traducción de CEI suena así: “Llévame contigo, corramos” (Ct 1,4).
[11] Cf. R. Cheib, L’ermeneutica agapica, 541.
[12] La santa retomará esta comparación en una carta al Padre Roulland: «Como Josué, usted combate en la llanura. Yo soy su pequeño Moisés y mi corazón está dirigido incesantemente hacia el Cielo para obtener la victoria» (LT 201, del 1 de noviembre del 1896).
[13] Cf. R. Fornara, Pregare. L’amicizia che trasforma. Introduzione pratica con la guida di santa Teresa di Gesù, Edizioni OCD, Roma 2023, 181. San Juan de la Cruz afronta este tema en el Cántico espiritual 29,2-3, dejando ver la importancia eclesial del amor contemplativo.
[14] R. Fornara, Pregare. L’amicizia che trasforma, 182.
Segunda Conferencia: El “caminito”
El “caminito”: una espiritualidad de lo cotidiano
Segundo encuentro de formación permanente de la Familia Carmelitana de Europa
24 de febrero de 2024
Giampiero Molinari, O. Carm.
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Preguntas de reflexión - Santa Teresa de Lisieux
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“Es la confianza y nada más que la confianza lo que nos ha de conducir al Amor” (LT 197)[1]: me parece significativo que el íncipit de la Exhortación apostólica publicada con ocasión del 150 aniversario del nacimiento de Teresa se tome de la carta del 17 de septiembre3 de 1896 a sor María del Sagrado Corazón y que el Papa Francisco haga este comentario: “Estas palabras (…) lo dicen todo, sintetizan el carácter genuino de su espiritualidad y serían suficientes para justificar el hecho de que sea declarada Doctora de la Iglesia (n. 2)
De hecho, esta carta es el complemento del Manuscrito B (redactado en el mes de septiembre de 1896 y reconocido como una joya de la literatura espiritual[2]), y podemos considerarlo el “manifiesto” del “caminito”, o sea, aquel sendero de santidad que Teresa intuyó y vivió en primera persona y propuesto después a sus hermanas, a los dos hermanos misioneros y a cuantos se acercan a sus escritos.
Descubrimiento del “caminito”
Como sabemos, la santa explica el descubrimiento del “caminito” en las primeras páginas del Manuscrito C (cf. Ms C 2v-3r). Con bastante seguridad, esto pudo haber sucedido poco después del 14 de septiembre de 1894[3]; de hecho, en esta fecha ingresó en el monasterio su hermana Celina, que llevó consigo un cuaderno en el que había copiado algunos pasajes del Antiguo Testamento, entre los cuales estaba Pr 9,4 e Is 66,12-13. Estos dos textos constituirán la base bíblica de la intuición y posterior formulación de “una pequeña vía del todo nueva” (Ms C 2v), ante la imposibilidad de “subir la ardua escalera de la perfección” (Ms C 3r). De hecho, la joven carmelita es consciente de su propia fragilidad hasta el punto de considerarse un “granito de arena, oscuro, pisoteado por los pies de los transeúntes” (Ms C 2v). Sin embargo, su deseo de santidad no disminuye: por eso ha de encontrar un camino conforme a sus reales posibilidades, una especie de “ascensor”.
En este contexto de búsqueda Teresa se encuentra con los textos arriba citados, que lee en la traducción del latín de la Vulgata: “Si alguno es muy pequeño, que venga a mí” (Pr 9,4). Adviértase que, en el manuscrito, la misma santa subraya la expresión “muy pequeño”: señal de que aquel versículo se le muestra, en su apuro particular como Palabra de Dios para ella. Podemos intuirlo en lo que escribe: “había encontrado lo que buscaba” (Ms C 3r).
Continuando su profundización, se inmerge en Is 66, 13, 12: “Como una madre acaricia a su hijo, así os consolaré yo: os llevaré en brazos y os haré recostar sobre mis rodillas”. Aquí recibe la iluminación clave:
“¡Jamás palabras tan tiernas y melodiosas como estas han alegrado mi alma unas! ¡El ascensor que ha de elevarme hasta el Cielo son tus brazos, oh Jesús! Por eso, no tengo necesidad de crecer, sino al contrario, es necesario que yo permanezca pequeña, que lo sea cada vez más (Ms C 3r).
La alegría de Teresa se basa en esta “comprobación” bíblica sobre el rostro misericordioso de Dios, que es Padre y Madre, y que nos toma en sus brazos. Ante estos versículos, la santa expresa toda su admiración llena de gratitud: “¡Ante tal lenguaje no cabe sino callar y llorar de agradecimiento y de amor!...” (Ms B 1r), escribe en el Manuscrito B. Es de la contemplación de esta paternidad/maternidad de Dios de donde nace la confianza, que es el eje del “caminito”, presentado a su hermana Sor María del Sagrado Corazón justamente como “el abandono del niño que se duerme sin temor en los brazos de su Padre” (Ms B 1r). En consecuencia, a nadie le queda cerrado el camino de la santidad:
¡Si todas las almas débiles e imperfectas sintiesen lo que siente la más pequeña de todas las almas, el alma de su pequeña Teresa, ni una sola de ellas desconfiaría de llegar a la cima de la montaña del amor! (Ms B 1v).
“Permanecer pequeño” y serlo “cada vez más” quiere decir exactamente esto: reconocer la propia fragilidad como criatura, aceptarla y ponerse confiadamente en los brazos misericordiosos de Dios[4]. Al P. Roulland le escribió lo siguiente:
Mi camino es un camino de confianza total y de amor […], tomo la Sagrada Escritura[5]. Entonces todo me parece luminoso: una sola palabra revela a mi alma horizontes infinitos: la perfección se me presenta fácil; veo que basta con reconocer la propia nada y abandonarse como un niño en los brazos del buen Dios (LT 226, del 9 de mayo de 1897. Grassetto mio).
Nos hallamos en el ámbito de la primacía de la gracia, en el que nos detuvimos en el anterior encuentro[6]. En la Exhortación apostólica, el Papa Francisco lo remarca con claridad: “Ante la idea pelagiana de la santidad (…) Teresita subraya siempre la primacía de la acción de Dios, de su gracia” (n. 17). Se trata de “situar la confianza del corazón fuera de nosotros mismos: en la infinita misericordia de un Dios que ama sin límites y que en la cruz de Jesús lo ha dado todo” (n. 20).
El “caminito” como valoración de lo cotidiano
Para describir el “caminito” Teresa se sirve, en el Manuscrito B, del símil del niño que, con el fin de mostrar su amor, no sabe hacer otra cosa que “arrojar flores”.
El niño pequeño arrojará flores, impregnará con su perfume el trono real, cantará con su voz de plata el cántico del Amor! (Ms B 4r).
Este símbolo no tiene nada de romántico, puesto que concretamente significa:
¡No dejar escapar ningún pequeño sacrificio, ninguna mirada, ninguna palabra, recurrir a las cosas más pequeñas y hacerlas por amor! Ms B 4rv).
Este pasaje lo encuentro fundamental ya que, a mi parecer, nos ofrece la perspectiva exacta para comprender la esencia del “caminito”: la valoración de lo cotidiano como el espacio principal de la santificación. Se trata efectivamente de ofrecer las alegrías y las penas con generosa fidelidad a los deberes del propio estado, de cumplir con gran corazón cualquier acción, incluso las que en apariencia son banales y monótonas, las que impregnan la vida de cada día. En el fondo, lo que Teresa nos propone no es otra cosa sino la santidad de lo cotidiano o “de la puerta de al lado”, usando el símbolo elegido por el Papa Francisco en la Exhortación apostólica Gaudete et exultate sobre la santidad en el mundo contemporáneo (nn. 6-9). Para el tema que tratamos remito particularmente al punto 7:
Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios que sufre: en los padres que con tanto amor hacen crecer a sus hijos, en los hombres y mujeres que trabajan por llevar el pan a casa, en los enfermos, en las piadosas ancianas que siguen sonriendo. En esta perseverancia de ir adelante día tras día veo la santidad de la Iglesia militante (…), la clase media de la santidad (n. 7).
La valoración de lo cotidiano se deja ver ya en una carta del 1893 a Celina. Copio un trozo:
Cuando no siento nada, cuando soy INCAPAZ de rezar, de practicar la virtud: entonces es el momento de buscar pequeñas ocasiones, cosas que no son nada y que gustan […] a Jesús […]: por ejemplo, una sonrisa, una palabra amable cuando habría deseado no decir nada o adoptar un aire esquivo, etc., etc. […]. No siempre soy fiel, pero nunca me desanimo, me abandono en los brazos de Jesús (LT 143. Grassetto mio).
Bien mirado, este es el estilo que más tarde seguirá y aconsejará a los demás Tito Brandsma, cuando todavía era novicio: “La perfección tiene mucho que ver con los trabajos de cada día, incluso los menos importantes. Es muy simple. Sigue a nuestro Señor como un niño. Yo voy dando saltos detrás de Él lo mejor que puedo. He puesto en Él mi confianza y me desentiendo de toda preocupación[7].
El “caminito”:
¿Una espiritualidad de bajo perfil?
La lectura superficial de algunos pasajes podría llevar a pensar que el “caminito” podría ser, en el fondo, una espiritualidad de bajo perfil. Pero si reflexionamos con calma, advertimos que vivir los valores de la confianza, del abandono y de la fidelidad en lo cotidiano va más allá de lo evidente. Según mi parecer, se trata más bien de la elección consciente de la puerta estrecha de la que habla el Evangelio (cf. Mt 7,13-14). Las páginas del Manuscrito C, donde la santa reflexiona sobre la caridad como amor fraterno concreto, son un elocuente testimonio.
En segundo lugar, la confianza reclama un acto de fe, por cuanto –como señala acertadamente el teólogo Robert Cheaib- “el otro permanece como otro, distinto de nuestras proyecciones sobre él. Con mayor razón el Otro que es Dios”[8]. Teresa misma supo algo al respecto, desde el momento que, a partir de la Pascua del 1896, vivió la “prueba contra la fe y la esperanza” (cf. Ms C 4v-7v): su corazón queda cubierto por las “más espesas tinieblas” (cf. Ms C 5v) y el pensamiento de la Patria celestial queda sustituido por la “noche de la nada” (cf. Ms C 6v), “un muro que se eleva hasta el cielo y cubre el estrellado firmamento” (Ms C 7v). Paradoxalmente este tiempo de prueba vuelve más fuerte la confianza de Teresa[9]: “Creo que de un año hacia acá he hecho más actos de fe que durante toda mi vida” (Ms C 7r), escribe en el Manuscrito C, haciendo notar que desde que el Señor
permitió que yo sufriera tentaciones contra la fe, ha crecido mucho en mi corazón el espíritu de fe (Ms C 11r. Grassetto mio).
En las últimas páginas del Manuscrito C, hablando directamente a Jesús, la santa sigue cantando su misericordia en estos términos:
Tu amor me alcanzó desde la infancia, ha crecido conmigo, y ahora es un abismo cuya profundidad no consigo sondear. (Ms C 35r. Grassetto mio).
Son expresiones que sorprenden si se considera que salen de labios de una joven de veinticuatro años gravemente enferma de tuberculosis, que experimenta la esencia de la consolación sensible de Dios.
La madurez que dejan ver estas palabras creo que es la mayor manifestación de la seriedad y de la profundidad del camino espiritual que Teresa recorrió y que propuso después: una confianza total que brota de la seguridad de estar en las manos de Dios en todo momento, y que se convierte en docilidad a la acción transformante de su Amor Misericordioso. La santa habla de ello con claridad en la carta a Sor María del Sagrado Corazón ya citada:
Cuanto más débil es uno, sin anhelos ni virtudes, más dispuesto se halla para la acción de este Amor que consume y transforma. […] Amemos nuestra pequeñez, prefiramos no sentir nada! Entonces seremos pobres de espíritu y Jesús […] nos transformará en llamas de amor! (LT 197. Grassetto mio).
Nos hallamos en el corazón del “caminito” y del Ofrecimiento al Amor Misericordioso:
Mi pobreza misma me da la audacia de ofrecerme como víctima a tu Amor, oh Jesús, […] para que el Amor sea plenamente satisfecho es necesario humillarse, achicarse hasta la nada y que convierta esta nada en fuego (Ms B 3v).
A modo de conclusión:
tres prototipos bíblicos del “caminito”
Para diseñar el “caminito” como valoración de lo cotidiano Teresa recurre principalmente a la Virgen María presentándola como aquella que practicó las “virtudes más humildes” (P. 54,6). A la luz del Evangelio y alejándose de la predicación de su tiempo (y anticipándose, de algún modo, al Concilio Vaticano II), la santa queda fascinada de la vida ordinaria de la Virgen y la contempla como la primera que ha recorrido la “vía común”. Así lo leemos en la estrofa 17 del poema Por qué te amo, María (mayo del 1897):
Sé que en Nazaret, Madre llena de gracia, / tú eras pobre y nada ansiabas: / ni milagros, ni éxtasis o arrebatos / te adornan la vida, Reina de los Santos. / En la tierra es grande el número de los pequeños / que pueden mirarte sin temblar. / La vía común, Madre incomparable, / tú quieres recorrerla y guiarlos al Cielo (P 54,17).
En el penúltimo folio del Manuscrito C Teresa resume, en cierta medida, el contenido del “caminito” sirviéndose de dos personajes bíblicos: el publicano en el templo (cf. Lc 18,13) y la pecadora perdonada, que –según se creía en aquel tiempo- se identificaba con la Magdalena (cf. Lc. 7,36-38). Escribe así:
No es al primer lugar sino al último al que me avanzo. En vez de adelantarme con el fariseo, repito llena de confianza la oración humilde del publicano, pero sobre todo imito el comportamiento de la Magdalena, su audacia fascinante, o mejor, amorosa que fascinó el corazón de Jesús, seduce el mío (Ms C 36v. Grassetto mio)[10].
He aquí la esencia del “caminito”: la confianza, aceptando la propia vulnerabilidad, y el amor. Con estas dos palabras acaba el Manuscrito C, que quedó incompleto, pero providencialmente podemos leerlo como síntesis de toda la vida de Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz.
[1] Cito los escritos de la santa sirviéndome de la seguiedngtee edición: S. Teresa di Gesù Bambino e del Volto Santo, Opere complete. Scritti e Ultime Parole, LEV–OCD, Città del Vaticano-Roma 1997. Uso las habituales abreviaciones: Ms B, C: Manuscritos autobiográficos B, C; LT: Lettere; P: Poesie.
[2] Cf. Idem, «A mani vuote», 61. Il messaggio di Teresa di Lisieux, Queriniana, Brescia19975, 78.
[3] Cf. IDEM, Teresa di Lisieux. Dinamica della fifucia. Genesi e struttura della «via dell’infanzia s`pirituasle». San Paolo, Cinisello Baldsamo 1996, 75-80.
[4] Cf. IDEM, «A mani vuote», 61.
[5] En contraposición a “ciertos tratados espirituales, en los que la perfección es presentada a través de miles obstáculos» (LT 226) y que acaban secando el corazón de Teresa y cansando su mente.
[6] Como hacíamos notar en aquella ocasión, Teresa resume todo esto en este espléndido pasaje del Manuscrito A: «no pongo la con fianza en mis méritos, puesto que no tengo ninguno, sino que confío en Aquel que es la Virtud, la Santidad Misma: Sólo Él es el que, compadeciéndose de mis débiles esfuerzos, me elevará hasta Él y, cubriéndome con sus méritos infinitos, me hará Santa» (Ms A 32r).
[7] Citato in S. SCAPÌN-B. SECONDIN, Tito Brandsma, Maestro di umanità, martire della libertà, Edizioni Paoline, Milano 1990, 23.
[8] R. CHEAIB, L’ermeneutica agapica e nuziale della notte di Thérèse di Lisieux in Teresianum 73 (2022/2), 554.
[9] Ibidem, 546.
[10] Teresa retoma la figura de la Magdalena en su carta al seminarista Bellière, del 21 de junio de 1897 (el mismo mes en el que se redactó el Manuscrito C): «Cuando veo a Magdalena avanzar entre los numerosos convidados y regar con sus lágrimas los pies de su adorado Maestro, que ella toca por primera vez, pienso que su corazón ha comprendido los abismos de amor y de misericordia del Corazón de Jesús y que, por más pecadora que sea, este Corazón de amor no sólo está dispuesto a perdonarla, sino también a prodigarle los beneficios de su intimidad divina, a elevarla hasta las más altas cimas de la contemplación» (LT 247).
1ª Conferencia: Itinerario de Teresa de Lisieux
Itinerario de Santa Teresa de Lisieux como Identificación Con Cristo:
La Misericordia en La Fragilidad y el Primado de la Gracia
Primer encuentro de formación permanente de los Carmelitas europeos
21 de octubre de 2023
Giampiero Molinari, O. Carm.
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Introducción
Este año estamos celebrando el 150 aniversario del nacimiento de Santa Teresa de Lisieux (2 de enero de1873) y el centenario de su beatificación (29 de abril de 1923). El año 2025 se cumplen cien años de la canonización (17 de mayo de 1925). Además, como es sabido, la UNESCO ha incluido a Teresa entre las mujeres históricamente significativas. Todo esto es un buen motivo para volver a poner en nuestras manos sus escritos y releer su doctrina intentando que penetre en nuestra vida.
Al acercarnos a Teresa no olvidemos un hecho real: si por una parte ella es, sin duda, una luz por haber reclamado los valores permanentes del evangelio, por otra, ella (como cada uno de nosotros) es hija de su propio tiempo. Su forma de escribir manifiesta el clima romántico y un poco ‘melifluo’ de la época y se caracteriza por un uso abundante de diminutivos que se repiten sin interrupción, etc. Todo esto podría dificultar la lectura y producir cierta incomodidad. Pero si se hace un pequeño esfuerzo yendo más allá de este “cascarón”, se descubre una experiencia espiritual muy profunda (no del todo comprendida mientras la santa vivía) y una doctrina que podría definirse como teología narrativa y simbólica.
La experiencia de la misericordia divina en el cauce de la propia fragilidad: una microhistoria de la salvación.
Podemos considerar a Teresa de Lisieux como la Doctora de la misericordia divina. De hecho, este tema aparece como el hilo conductor de los dos manuscritos autobiográficos en los que relee la propia vida (Manuscrito A, cuya redacción se puso en marcha a inicios de 1895, y el Manuscrito C, redactado a partir de junio de 1897).
Al inicio del Manuscrito A Teresa indica el objetivo propuesto:
no haré sino una sola cosa: empezar a cantar aquello que habré de repetir por toda la eternidad, «Las misericordias del Señor» (Ms A 2r)[1].
Esta misma frecuencia de onda sigue el Manuscrito C; dirigiéndose a la priora, Madre María de Gonzaga, escribe la santa: «Querida Madre, me habéis manifestado el deseo de que yo proclame con vos mi Canto de las Misericordias del Señor» (Ms C 1r).
No se ha de infravalorar al respecto el incipit del Manuscrito A: «Historia primaveral de una Florecilla blanca» (Ms A 2r) – que sería mejor traducir “pequeña flor blanca” (respetando así el original francés) – ya que en la intención de Teresa se encierra una experiencia profunda de la misericordia de Dios. De hecho, se trata de la flor saxífraga que su papá le da después de confiarle su deseo de entrar en el Carmelo:
De lo que sí me acuerdo perfectamente es de la acción simbólica que mi querido Rey realizó sin saberlo. Acercándose a un muro poco alto, me mostró unas florecillas blancas parecidas a los lirios en miniatura; y tomando una de aquellas flores, me la dio, explicándome con cuánto esmero el Señor la había hecho nacer y la había conservado hasta aquel día. Al oírle hablar, me parecía estar escuchando mi propia historia, tanta semejanza había entre lo que Jesús había hecho con aquella florecilla y con Teresa (Ms A 50v. Grassetto mio).
Teresa relee, pues, en sus manuscritos su propia vida como misericordia de la salvación: no es ella el centro, sino la acción misericordiosa de Dios en ella. En este punto la santa es clara: «no es mi verdadera y propia vida la que escribiré, sino mis pensamientos sobre las gracias que el Buen Dios se ha dignado concederme» (Ms A 3r). Y poco después: «La flor que contará su historia […] reconoce […] que sólo su misericordia ha hecho todo cuanto de bien hay en ella» (Ms A 3v).
- El contexto de la gragilidad
El tema de la misericordia divina brilla más aún si consideramos la vivencia de Teresa, especialmente en los primeros años de su vida. Un período sellado por varios hechos traumáticos, que le produjeron heridas no leves bloqueándole, en cierto modo, la natural maduración afectiva. En síntesis:
- La doble desvinculación vivida a la edad de dos meses: la separación de la mamá, que a causa del cáncer de mama no puede amamantarla y ha de confiarla a una nutriz, y a continuación, también la separación de ésta tras regresar con su familia.
- La enfermedad y muerte de la mamá ocurrida el año 1877 (cf. Ms A 12r-13r):
No recuerdo haber llorado mucho y no hablaba con nadie sobre los sentimientos profundos que experimentaba… Miraba y escuchaba en silencio… […], y sin embargo entendía (Ms A 12v. Grassetto mio).
En la siguiente página leemos:
A partir de la muerte de Mamá, mi carácter feliz cambió completamente; yo, tan vivaz y tan expansiva, me volví tímida y dulce, excesivamente sensible. Bastaba una mirada para que me derritiera en lágrimas (Ms A 13r).
- La marcha al Carmelo de su hermana Paulina, que Teresa había elegido como segunda madre (cf. Ms A 13r):
Yo no sabía qué era el Carmelo, pero entendía que Paulina me dejaba para entrar en un convento […], entendía que habría perdido mi segunda Madre… Ah, ¿cómo expresar la angustia de mi corazón?... En un instante entendí qué era la vida […], un sufrimiento y una separación continua. Derramé lágrimas muy amargas… (Ms A 25v. Grassetto mio).
- Explicando la partida de su hermana María al Carmelo – que, después de la separación de Paulina, ella había tomado como único apoyo (cf. Ms A 41r) – Teresa vuelve sobre el tema: «Paulina estaba lejos, muy lejos de mí… […]. Paulina se había perdido para mí, casi como si estuviese muerta» (Ms A 41r-41v). Son palabras muy fuertes, que transparentan el drama que está viviendo.
- La experiencia de la misericordia con tonalidad mariana e cristológica
Como es sabido, todas estas situaciones traumáticas le acarrearon la aparición de una enfermedad psicosomática marcada por síntomas como insomnio, temblores, cefaleas, alucinaciones, etc. Se trata de una clase de neurosis y regresión infantil. Paradójicamente, es en esta fase de extrema fragilidad y vulnerabilidad cuando Teresa experimenta la misericordia de Dios, hasta el punto de afirmar –releyendo su propia vida- que la característica del amor, de la gracia, es humillarse (cf. Ms A 2v). La santa puede decirlo porque ha experimentado en este trance un Dios que se inclina a su miseria. Por eso, al redactar el Manuscrito A, ya «madurada en el crisol de las pruebas exteriores e interiores» (Ms A 3r), cita el Salmo 22 (El Señor es mi pastor) declarando con firmeza: «El Señor siempre ha sido compasivo conmigo y lleno de dulzura» (Ms A 3v).
El camino de curación que vivió la santa (que podría definirse como personal “camino de salvación”) se caracteriza por dos etapas fundamentales con tonalidades distintas, la mariana y la cristológica.
Todos conocemos la narración de “la encantadora sonrisa de la Virgen” (cf. Ms A 30v-30r), gracias al cual Teresa recupera una sustancial (aunque incompleta) serenidad de fondo: «todos mis sufrimientos se desvanecieron» (Ms A 30r), «la florecilla estaba renaciendo a la vida» (Ms C 30v), leemos en el Manuscrito A. Leyendo con atención esta narración nos daremos cuenta de que la santa percibe la sonrisa de la Virgen como el reflejo de la ternura de Dios. Esto puede intuirse en el uso del símbolo del “sol” aplicado a Dios para subrayar su benevolencia (cf. Ms A 3r), pero a continuación se extiende también a la Virgen María (cf. Ms A 29v) y a las mismas criaturas desde el momento en que son percibidas como mediación de los beneficios del Sol divino (cf. Ms A 24r).
Aunque ya restablecida, Teresa todavía se distingue por una notable impersonalidad, que ella define como un “feo defecto” (cf. Ms A 44v). Así lo describe:
Era verdaderamente insoportable por mi excesiva sensibilidad; así, si involuntariamente daba un pequeño disgusto a una persona que amaba […] lloraba como una Magdalena y, cuando empezaba a consolarme de lo mismo, lloraba por haber llorado… (Ms A 44v).
En este momento la acción misericordiosa del Padre adquirirá una connotación cristológica centrada en la humillación del Hijo de Dios por el misterio de la encarnación. Se trata de la conocida “Gracia de Navidad” del 1886 (cf. Ms A 44v-45v), definida por la santa: «la gracia de mi completa conversión» (Ms A 45r). De hecho esto constituía una verdadera y particular “línea divisoria”: Teresa se entiende tan transformada que ya no reconocerse; desde aquel momento, escribe, «caminé de victoria en victoria y así empecé, por así decirlo “una carrera de gigante…” » (Ms A 44v).
Sobre este tema es interesante la síntesis propuesta por la misma santa:
En un instante, la obra que no conseguí hacer en 10 años la hizo Jesús contentándose con mi buena voluntad, que nunca me faltó (Ms A 45v).
En esta relectura del evento de la Navidad del 1886 me parece comprender que la santa era realmente consciente del primado de la gracia: siempre es el amor de Dios el que da el primer paso, y se conforma con nuestra “buena voluntad”.
- El mensaje de fondo:
una mirada de fe que abre a la esperanza
A través de su experiencia, pues, Teresa nos abre a la esperanza: ninguna herida o límite puede cerrarnos el camino de maduración hacia la santidad si nos confiamos a la acción transformante del Espíritu. Los límites, las heridas, las fragilidades psicológicas y el claroscuro de la vida pueden convertirse en horizontes de la gracia[2] a medida que confiamos a Dios con fe nuestra cotidianidad.
Teresa se habría podido replegar perfectamente sobre sí misma permaneciendo prisionera de sus heridas. Sin embargo, la apertura a la gracia le permitió salir de la “fase de la infancia” (cf. Ms A 44) para vivir en la óptica del don de sí misma: «Sentí […] la necesidad de olvidarme de mí i desde entonces fui feliz» (Ms A 45v), escribe al final del relato de la “Gracia de Navidad”.
La santa invita a agudizar nuestra visión de fe: a pesar de las contrariedades que puedan surgir, en el campo de nuestra vida hay muchas semillas de la misericordia de Dios (cf. Dt 6,10-13). También nos lo recuerda el Papa Francisco en la Exhortación apostólica Gaudete et exultate: «Mira tu historia cuando reces y encontrarás en ella mucha misericordia. Al mismo tiempo, esto avivará tu conciencia
de que el Señor te tiene en su memoria sin olvidarte nunca» (n. 153).
Es justamente esta conciencia, madurada a través de los años, la que condujo a Teresa a una nueva visión de la perfección. Ella habla en el folio 32r del Manuscrito A (que según Conrad de Meester, ocd, representa una de las mejores formulaciones de la “pequeña vida”[3]):
siento siempre la misma audaz confianza de llegar a ser una gran Santa, porque no confío en mis méritos, pues no tengo ninguno, sino que espero en Aquel que es la Virtud, la Santidad Misma: solo Él es el que, contentándose con mis débiles esfuerzos, me elevará hacia Él y, cubriéndome con sus infinitos méritos, me hará Santa (Ms A 32r. Grassetto mio).
Es el primado de la gracia, la toma de conciencia de la gratuidad de la salvación, a la que llega la santa a través de un proceso gradual de conformación con Cristo.
Configurarse con la Faz de Cristo:
del voluntarismo a la gratuidad de la salvación
Simplificando, podemos afirmar que la espiritualidad dominante en tiempos de Teresa se caracteriza por el rigorismo, la ascesis, el ofrecimiento a la Justicia de Dios en expiación de los pecados y el voluntarismo. En el centro está el esfuerzo personal, la necesidad de adquirir méritos.
Naturalmente, este clima se respira también en el Carmelo de Lisieux (aunque también se abriese camino la visión espiritual de San Francisco de Sales) y lo podemos atisbar también en Teresa. El 8 de enero de 1889, dos años antes de la vestición, escribe a la hermana Sor María del Sagrado Corazón: «Qué sed tengo del Cielo […]. Pero es necesario sufrir y llorar para llegar… Pues bien, yo quiero sufrir todo lo que quiera Jesús » (LT 79). Ese mismo año, recordando la conferencia de un predicador, escribe a Celina: «La santidad consiste en sufrir, en el sufrirlo todo. “La santidad hay que ganarla con la espada desenvainada…”» (LT 89).
- “Los misterios del Amor escondidos en la Faz de nuestro Esposo” (Ms A 71r):
La devoción a la Santa Faz y la enfermedad de Louis Martin
Otro momento traumático en la vida de Teresa aparece con la enfermedad del papá, al cual estaba muy unida. Una fuente de particular sufrimiento apareció con su ingreso en el hospital psiquiátrico de Caen el 12 de febrero de 1889, a causa de intensificarse la demencia senil. Son significativas las expresiones con las que la santa recuerda el evento:
Ah, aquel día no dije que aún podría sufrir más. Las palabras no pueden expresar nuestras angustias, por tanto no intentaré describirlas (Ms A 73r).
A pesar del sufrimiento (como muestra el análisis grafológico de las cartas escritas en este período), Teresa afronta la nueva prueba con gran madurez espiritual. La enfermedad del padre la conduce a profundizar la devoción de la Santa Faz, que ya había vivido en la familia y después en el monasterio. De hecho, en el rostro irreconocible del padre descubre los rasgos del Siervo Sufriente descrito por el profeta Isaías (cf. Is 53,1-5 e 63,1-5) y comprende más profundamente el abismo de humanidad al que el Hijo de Dios ha querido descender.
El estrecho vínculo que Teresa establece entre la prueba que ha herido a su padre y la Pasión del Señor aparece claramente en una Santa Faz que diseñó en una casulla poco después de la muerte del padre, acaecida el 29 de julio de 1894. Observándola, aunque sólo sea superficialmente, no deja de advertirse el parecido de esta imagen con los rasgos somáticos de Louis Martin[4].
A la luz de la Escritura y de la muerte del papá descubre Teresa la esencia de la Santa Faz: habla de “misterios de amor” (cf. Ms A 71r), de “bellezas escondidas” (cf. LT 108). En la carta del 4 de abril de 1889 escribe a Celina: «Jesús arde de amor por nosotros […]. Mira a Jesús en su Faz y allí verás cómo nos ama» (LT 87).
En el Rostro desfigurado del Señor contempla Teresa el amor loco y gratuito de Dios hacia cada uno de nosotros, más allá de nuestros méritos. Ante esta Faz no hay lugar para el voluntarismo, el esfuerzo titánico o la búsqueda de méritos, sino para el reconocimiento de la gracia divina que siempre nos visita. El mismo sufrimiento sólo tiene sentido si es consecuencia del amor y fidelidad al Evangelio. En la carta del 6 de julio de 1893 la santa se dirige a Celina con estas palabras significativas:
Él [Jesús] le enseña a jugar a la banca del amor; mas no, más bien es Él el que juega con ella, sin decirle cómo lo hace, ya que esto es tarea suya y no de Teresa; lo que toca a ella es abandonarse, darse sin reservarse nada, ni siquiera la satisfacción de saber cuánto renta la banca (LT 142. Grassetto mio).
Y en el Acto de ofrecimiento al Amor Misericordioso, el 9 de junio de 1895, escribe: «En la tarde de esta vida compareceré ante ti con las manos vacías, porque no te pido, Señor, que tengas en cuenta mis obras» (Pr 6. Grassetto mio).
Es significativo lo que la santa escribe en las últimas páginas del Manuscrito C (redactado en el mes de junio de 1897), por tanto tres meses antes de su muerte): «aquí abajo no consigo concebir una inmensidad de amor más grande que aquella que te has complacido en prodigarme gratuitamente sin mérito alguno de mi parte» (Ms C 35r. Grassetto mio).
Conrad De Meester sintetiza el recorrido realizado por Teresa en estos términos:
La santidad ya no es una conquista sino una gracia recibida. El hombre, ante el Dios del amor, se hace más pasivo, más receptivo. […] la primera tarea del hombre es abrirse completamente al Redentor, mientras su esfuerzo se convierte en colaboración[5].
Y más adelante: «La voluntad de conquista se ha transformado por comp0leto en receptividad del don»[6]. Naturalmente, esto no significa una espiritualidad de bajo perfil: de hecho, Teresa, subraya De Meester- «no escatima ningún esfuerzo para ser fiel […] a la voluntad de Dios como esta se manifiesta en la vida concreta […]»[7]. La diferencia está en una mayor tranquilidad de ánimo frente a la impotencia y a la propia fragilidad. La cata 142 del 6 de julio del 1893, que hemos citado ya parcialmente, se convierte en una especie de manifiesto al respecto.
b) “Haz, Jesús, que yo me Asemeje a Ti. (Pr 11)
A esta altura del camino, pues, Teresa ve la santidad desde una perspectiva radicalmente nueva: se trata de crecer cada vez más en la semejanza con la Faz de Cristo. Esto es lo que expresa en una brevísima oración escrita al pie de un pequeño dibujo en el que se representaba el Santo Rostro. El texto dice así: «Haz, Jesús, que yo me Asemeje a Ti» (Pr 11). Resulta significativo el hecho de que la santa llevase siempre consigo esta oración, junto con otras, en una bolsa prendida con un alfiler en la parte del corazón; es casi una visible manifestación del deseo de vivir el don de sí misma como respuesta a la gratuidad de la salvación.
[1] Cito los escritos de la santa sirviéndome del volumen siguiente: TERESA DI GESÙ BAMBINO, Opere compiete. Scritti e ultime parole. LEV-Edizioni OCD, Città del Vaticano-Roma 1997.
[2] a. piccirelli. Fragile come ,tutti, felice come pochi. Teresa de Lîsieux e le nostre ferite. San Paolo. Cinisello Balsamo 2019, 14.
[3] C. De Meester, Teresa di Lisieux. Dinamica della fiducia. Genesi e struttura della «via dell’infanzia spirituale», San Paolo, Cinisello Balsamo 1996, 208-210
[4] La imagen aparece en P. DESCOUVEMONT – H. N. LOOSE, Teresa de Lisiieux, LEV. Città del Vaticano 1995, 207
[5] C. De Meester, A mani vuote. Il messaggio di Teresa di Lisieux. Queriniana. Brescia 1997, 44
[6] Ibidem, 52 207
[7] Ibidem, 52 207.
S. Alberto de Jerusalén, obispo y legislador
17 de Septiembre | Fiesta
En 1205, Alberto fue nombrado patriarca de Jerusalén y, poco después, legado pontificio para la provincia eclesiástica de Jerusalén. Llegó a Palestina a principios de 1206 y vivió en Acre porque, en aquella época, Jerusalén estaba ocupada por los sarracenos.
En algún momento entre 1206 y 1214, los ermitaños reunidos en el Monte Carmelo, "cerca de la fuente de Elías", se dirigieron a Alberto y le pidieron que estableciera su forma de vida en forma de Regla. La formula vitae (forma de vida) de Alberto, un documento relativamente breve, alentaba las prácticas cotidianas de los ermitaños para "seguir a Cristo".
Durante su estancia en Palestina, Alberto participó también en diversas iniciativas de paz, no sólo entre cristianos, sino también entre cristianos y no cristianos, y desempeñó sus funciones con gran energía y dedicación. El 14 de septiembre de 1214, durante una procesión religiosa, murió apuñalado.
Puede consultar más abajo una lista de libros disponibles en Edizioni Carmelitane sobre San Alberto y la Regla del Carmelo.
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Albert and His Rule
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The Carmelite Rule. Proceedings of the Lisieux Conference. 4-7 July 2005
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Abdicatio Proprietatis. Sens et Défi de la Pauvreté Religieuse selon la Règle du Carmel et son inculturation dans le contexte de l'Afrique
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Hallado intacto el cuerpo de Santa Teresa de Ávila
El 28 de agosto, las autoridades abrieron el relicario de plata que contenía el cuerpo de Santa Teresa de Ávila, fallecida en 1582. El proceso se llevó a cabo para que los médicos y científicos italianos puedan realizar un estudio de las reliquias de la Santa con la aprobación del Vaticano. El féretro fue abierto en 1914, al parecer para que el entonces proponente general de los Carmelitas Descalzos, Clemente de los Santos, pudiera ver el cuerpo de la Santa.
Se tomaron fotos del cuerpo en el momento del estudio de 1914. Según el postulador general de los Carmelitas Descalzos, Marco Chiesa, presente en esta reciente apertura, el cuerpo «está en las mismas condiciones que cuando se abrió por última vez en 1914». Según un comunicado de prensa, «las partes descubiertas, que son el rostro y el pie, son las mismas que en 1914». El comunicado de prensa también afirma: «No hay color, no hay color de piel, porque la piel está momificada, pero se ve, sobre todo en el centro de la cara. ... Los médicos expertos ven la cara de Teresa casi con claridad».
Ambas vistas han confirmado que el cuerpo de Teresa ha permanecido incorrupto.
La diócesis de Ávila, donde Teresa vivió gran parte de su vida, quiere el reconocimiento canónico de las reliquias por parte de Roma.
Para poder abrir el ataúd fue necesario retirar una losa de mármol. A continuación, la caja que contenía el cuerpo se trasladó a una sala que se ha reservado para el estudio de las reliquias. La urna se abrió en presencia del equipo médico científico y de las autoridades eclesiásticas. La comunidad local de carmelitas descalzos, así como el postulador general de la Orden, miembros del tribunal eclesiástico y un pequeño grupo de religiosos participaron cantando el Te Deum.
El proceso de apertura de la urna requirió la ayuda de dos orfebres y 10 llaves. Tres llaves se guardan en Alba de Tormes, tres las guarda el duque de Alba, tres las guardan los carmelitas descalzos en Roma y una llave la guarda el rey de España. Se necesitan tres llaves para abrir la verja que protege el sepulcro, tres para abrir la tumba de mármol y las cuatro restantes para abrir el relicario de plata.
Según la prensa, los estudiosos «quedaron sorprendidos por su magnífico estado de conservación y robustez». En sus últimos años, Teresa tuvo problemas para caminar. Así lo describe en sus escritos. Según el padre Chiesa, el dolor que experimentó es bastante comprensible. «Analizando su pie en Roma, vimos la presencia de espinas calcáreas que hacían casi imposible caminar».
Dos orfebres ayudaron en el proceso de apertura de la tumba y el relicario. Fueron necesarias diez llaves que protegen la tumba: tres que se guardan en Alba de Tormes, tres que guarda el duque de Alba, otras tres que guarda el padre general en Roma, además de la llave que guarda el rey de España. Tres de estas llaves sirven para abrir la puerta exterior, tres para abrir el sepulcro de mármol y las otras cuatro para abrir el ataúd de plata.
La tumba del Santo fue donada por el rey Fernando VI y su esposa, Bárbara de Braganza. Destaca por su excelente factura.
Los escritos de Santa Teresa se consideran obras maestras de la literatura y la espiritualidad españolas del siglo XVI. Sus reflexiones sobre el proceso de acercamiento a Dios a través de la oración y la contemplación se consideran hitos en la historia de la mística cristiana. Inició una reforma dentro de la Orden de las Carmelitas que, tras su muerte, se convirtió en la Orden de las Carmelitas Descalzas. Fue canonizada el 12 de marzo de 1622 por el Papa Gregorio XV junto con Ignacio de Loyola, Isidoro de Madrid, Francisco Javier y Felipe Neri. El Papa Pablo VI la declaró Doctora de la Iglesia en 1970.
S. Teresa Margarita Redi (OCD), Virgen
1 de septiembre Memoria libre
Nace en Arezzo el 1 de septiembre de 1747 de la noble familia Redi. En 1764 entró en el monasterio de las Carmelitas descalzas de Florencia, cambiando su nombre de bautismo, Ana María, por el de Teresa Margarita del Sdo. Corazón de Jesús.
Ahondó su vida espiritual y religiosa en la piedad eucarística y mariana, y en la devoción al Sdo. Corazón entendida como un "entregar amor por amor". Llevó una vida humilde y escondida en el amor y en la inmolación de sí misma, y dedicada al servicio primoroso y constante hacia las hermanas. Murió, truncada por una peritonitis, el 7 de marzo de 1770. Beatificada en 1929, fue canonizada por Pío XI el 13 de marzo de 1934.
Beato Jaime Retouret, Sacerdote y Mártir
26 de agosto Memoria libre
Nació el 15 de septiembre de 1746 de una familia de comerciantes. Fue un joven serio, amante de los libros y de grandes dotes. A los 15 años, fue acogido en el convento carmelita de su ciudad natal. Después de su ordenación sacerdotal, su carácter, ardiente y serio, atrajo la admiración de muchos fieles, especialmente por medio de su predicación. Pero, muchas veces se vió obligado a interrumpir todas sus ocupaciones, sobretodo por causa de su salud enfermiza que lo atormentó por toda la vida.
La Revolución Francesa no respetó su vida. Como la mayor parte del clero, el P. Jacques rehusó hacer juramento para apoyar una ley civil aprobada unilateralmente, la cual decretaba las elecciones de los obispos y de los párrocos directamente del pueblo y sucesivamente aprobadas por el Obispo y por el Papa. Además de esta imputación, el P.Jacques fue acusado de formar parte de los grupos de emigrados políticos que habían invadido el país contra los revolucionarios. Fue arrestado y condenado, junto con otros muchos sacerdotes y religiosos, al exilio de la Guinea Francesa en América del Sur. Fue deportado a Rochefort y separado a una nave de prisioneros. Mientras tanto sucedió que los ingleses bloquearon la costa francesa y, por consiguiente, también la salida de la nave.Las condiciones de los prisioneros sobre la nave eran inimaginables: hacinamiento, hambre, enfermedades, frío y calor, olores insoportables, persecuciones.
Santa María de Jesús Crucificado (OCD), Virgen
25 de agosto Memoria libre
María Baouardy nació en Abellin en Galilea el 5 de enero de 1846, de padres muy pobres pero honrados y piadosos cristianos greco-católicos. Habiendo quedado huérfana de padres a sólo tres años de edad, fue confiada junto con su hermano Pablo a un tío paterno, que se trasladó a Alejandría de Egipto algunos años después. No recibió ninguna instrucción escolar: era analfabeta. A los trece años, por el deseo de pertenecer sólo a Dios, rechaza con fortaleza el matrimonio, que según la costumbre oriental, le había preparado su tío.
B. Angelo Agustín Mazzinghi, Sacerdote
17 de agosto Memoria libre
Ángel Mazzinghi Nació en Florencia, o sus cercanías, en fecha desconocida, pero ciertamente antes de 1386.
Recibido en la Orden en 1413, fue el primer hijo de la reforma de santa María de las Selvas.
Allí en los años 1419-30 y 1437, y después en Florencia en los años 1435-37 ejerció el oficio de prior. Lector en teología, se distinguió en la predicación de la Palabra de Dios.
Murió en Florencia en 1438. Su culto, ya practicado en algunos lugares, fue confirmado en 1761.