Servidores, no amos
(Marcos 10:35-45)
¡Ya están otra vez! Se puede perdonar que uno se pregunte cuán lentos son los discípulos para entender el mensaje de Jesús. Durante semanas les ha estado hablando acerca del Reino de Dios y de la conversión del corazón necesaria para que sean sus discípulos.
El episodio del Evangelio de este domingo muestra que, una vez más, no lo entienden. Esta vez se trata de Santiago y Juan, que junto con Pedro forman el ‘círculo íntimo’, el grupo de discípulos más cercanos a Jesús. Santiago y Juan piden los puestos de honor más altos cuando Jesús llegue a su ‘gloria’.
Aunque entienden que Jesús es el Mesías, no entienden qué tipo de Mesías es y qué tipo de Reino está trayendo. Mientras Jesús continúa hablando acerca del camino que seguirá su propia vida a través del sufrimiento, la muerte y la resurrección, los discípulos están tan centrados en sí mismos que ignoran sus palabras.
En lugar de dejar de lado la impetuosa petición de Santiago y Juan, Jesús intenta atraerlos más profundamente al insinuar el camino del verdadero discipulado. Utilizando dos motivos bíblicos, el cáliz (el destino que le espera a una persona) y el bautismo (no el sacramento, sino la idea de que pasar por las pruebas y los peligros es como atravesar aguas tormentosas y turbulentas), Jesús les pregunta si realmente pueden comprometerse a compartir su vida y su misión. Sin dudarlo, dicen: ‘podemos’, y Jesús afirma que lo harán. Pero, en cuanto a los puestos de honor, estos los debe asignar el Padre.
Los otros diez discípulos han estado cerca, escuchando la conversación entre Jesús, Santiago y Juan. Se indignan al oír su petición de ser los primeros y reclamar los puestos de honor para ellos -sin duda, ¡les hubiera gustado hacer lo mismo!
Jesús aprovecha la oportunidad para decirles, una vez más, que la verdadera grandeza en el Reino de Dios reside en el servicio abnegado a la humanidad.
La autoridad en medio del pueblo de Cristo no debe ejercerse ‘señoreando’ a los otros ni utilizando los cargos y capacidades para fines egoístas. La autoridad debe estar siempre al servicio y en beneficio de los demás. Los discípulos están llamados a ser servidores, no amos. A medida que seguimos a Jesús a través del Evangelio, vemos que su autoridad sobre los demonios, la enfermedad y la muerte, así como sus enseñanzas, siempre traen consigo la liberación, restauran la salud y la integridad y ponen a los demás en armonía con Dios y con el prójimo.
Ese es el modelo que a los discípulos que sigan. El único modo de entrar en la ‘gloria’ de Jesús es seguirle en el servicio abnegado a la humanidad, como quien entrega su vida en rescate por muchos.
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