Una de las controversias entre la Orden y las Congregaciones mantuanas tenía que ver con el hábito que debían vestir sus miembros. El Capítulo General de Asti de 1472, con no poca ayuda del Papa Sixto IV, según se creía comúnmente, eligió a Cristóbal Martignoni, miembro destacado de la Congregación Mantuana. Sin embargo, el generalato de Martignoni estuvo marcado por continuos conflictos con la Congregación mantuana. Según el historiador carmelita Joachim Smet, Martignoni era un apasionado del buen orden: uniformidad de vestimenta, vida y doctrina en la Orden.
Además de un cambio importante en la alineación de las casas de la Orden en Italia, Martignoni trató de unificar el hábito en toda la Orden y lo intentó con un decreto del Capítulo de 1471. La Congregación de Mantua inició una campaña de oposición. Para ellos, la forma original del hábito simbolizaba su intento de volver a las fuentes del espíritu de la Orden. Adoptar el hábito de los conventuales parecía equivalente a disolver la reforma. En 1475, el Papa suspendió el debate, a la espera de una decisión por su parte, sólo para que la cuestión fuera reabierta por el sucesor de Martignoni en 1483.
Para entonces, el vicario de la Congregación de Mantua era el famoso poeta Bautista Spagnoli. Incluyó en sus Églogas un diálogo entre una rana (un fraile reformado) y una hormiga (un conventual) sobre el color del hábito. Consiguió mantener abierta la cuestión, hasta que el 26 de mayo de 1484 obtuvo de Sixto IV una decisión definitiva a favor de la Congregación de Mantua: mantener el hábito gris.