5 de Noviembre | Memoria libre
La tentación estimula la virtud
De las Exhortaciones de la Beata Francisca de Amboise a las Monjas
Cualquier pena o malestar que tengáis en el corazón, llevadlo con la mayor paciencia posible, y pensad que es vuestra cruz. Ayudad al Señor y llevadla con él, de buena gana, con buen ánimo, pues siempre debéis llevar la cruz, y si rechazáis una, podéis encontrar otra más pesada. Con fe y esperanza en la ayuda de Dios, se vence la tentación. No hay que desanimarse ni detenerse en el camino, sino armarse siempre de valor. Pensad en las penas y en las grandes tentaciones que tuvieron que soportar los santos padres en el desierto. Las penas que sufrieron en el espíritu fueron sin comparación mucho más duras que las penitencias y privaciones que impusieron a sus cuerpos. Quien no es tentado no adquiere ninguna virtud. Acepta, pues, lo que agrada a Dios, que nunca envía sufrimientos que no sean para nuestro bien. Dice en el Evangelio: El que quiera venir en pos de mí, que empiece a negarse a sí mismo, es decir, a olvidarse de sí mismo, a no tener amor propio, a despreciarse y a desear ser despreciado por los demás. Nuestro Señor dice que debemos tomar la cruz para seguirle, es decir, aceptar la penitencia y el tormento por su causa, como Él cargó con la cruz por nuestro amor.
Pero yo os exhorto: ¡no la llevéis como Simeone el Cireneo! De Nuestro Señor, agotado por los golpes y tormentos que había soportado, los judíos, temiendo que muriera antes de llegar al lugar donde iba a ser crucificado, bajaron la cruz y la cargaron sobre Simón. Simón la tomó de mala gana y, aunque la cargó, no murió en ella como nuestro Señor, que la cargó por su propia voluntad y voluntariamente, y murió allí entregando su alma a Dios, su Padre.
Haced como él, siguiendo su ejemplo. Tenéis la cruz de la penitencia; llevadla voluntariamente hasta el fin: en ella moriréis y le entregaréis vuestras almas. Alabad y dad gracias a Dios por haberos llamado a su servicio. No despreciéis a nadie, pensad que el mandamiento de Dios es que améis a vuestro prójimo como a vosotros mismos y a todas vuestras hermanas, incluso a las que os hacen o quieren haceros mal.
Sobre todo, tened caridad los unos con los otros y procurad vencer vuestras pasiones. Tomad hoy un remedio y mañana otro, y así venceréis poco a poco vuestras tentaciones, y cuando el Señor vea vuestra buena voluntad y perseverancia, os dará su gracia y os ayudará a llevar hasta el fin las cargas de la vida religiosa. Nada os será difícil de soportar por amor a Él.
(Carmelus,11 [1964] 254-255)