Yo soy el pan de la vida
(Juan 6:24-35)
Continuamos nuestro recorrido por el capítulo 6 del Evangelio de Juan. Hace dos semanas Jesús se mostró como el verdadero rey-pastor, alimentando el hambre interior de la gente con la Palabra de Dios. La semana pasada Jesús sació el hambre de una gran multitud con una comida simple: panes y peces. El Pueblo, impresionado por lo que vio, quería proclamarlo como su rey-guerrero, aquel que podría liderar una revuelta contra la ocupación romana y que satisficiera todos sus deseos; por este motivo, Jesús huyó a las montañas.
Este domingo, la multitud ha encontrado a Jesús, quien los acusa de buscarlo sólo porque les había saciado con todo el pan que podrían comer, y no porque hayan comprendido que el pan era un signo del verdadero alimento que Jesús ofrecía: él mismo. Jesús les insta a trabajar por "el alimento que dura para la vida eterna". Trabajar por este alimento significa creer en aquel que Dios ha enviado: el mismo Jesús.
La multitud pide una señal que demuestre que deben creer en Jesús. Al fin y al cabo, dicen, Moisés dio a nuestros antepasados pan para comer en el desierto; ¿qué realizas Tú? Esta petición subraya la incapacidad para ver realmente la señal que ya se les había dado. Jesús reformula la cita de la Escritura: Es Dios quien les da el verdadero pan del cielo, el pan de Dios que da vida al mundo. Entonces le dicen: danos siempre ese pan.
Jesús les responde: Yo soy el pan de la vida, los que vienen a mí nunca tendrán hambre; los que creen en mí nunca tendrán sed. Jesús es el verdadero alimento para el hambre y la sed del corazón humano.
Para alimentarse de Jesús hay que creer (tener fe) en Él. Esto implica una relación personal con Jesús. Una vez establecida esta relación personal, todo lo demás encuentra su lugar apropiado y su verdadero propósito.
Nuestras relaciones nos alimentan y sostienen como seres humanos. Nacen del alimento del amor, la compasión y el perdón. Estar en una relación es estar en comunión con otra persona. Siempre sacamos vida de los que amamos y de los que nos aman. Lo mismo ocurre con Jesús. Para sacar vida de Él, para ser alimentados por Él, tenemos que estar en relación de amor con Él.
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