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Miércoles, 05 Junio 2024 09:20

Celebrando en Familia - Décimo Domingo del Tiempo Ordinario

La nueva familia de Jesús
Mc 3:20-35

El Evangelio de hoy comienza con la caótica escena de una enorme multitud reunida en torno a la casa donde está Jesús. Es una escena tan ajetreada que Jesús y los discípulos no tienen tiempo ni para comer.
Este espectáculo provoca la reacción de los parientes de Jesús y de algunos escribas de Jerusalén. Los parientes creen que Jesús está loco; los escribas, que está endemoniado.
Intencionadamente o no, tanto los parientes como los escribas parecen querer cerrar el paso a la misión de Jesús.
Los parientes, convencidos de que Jesús ha perdido el juicio, y muy posiblemente avergonzados por el espectáculo que está dando, se disponen a hacerse cargo de él (capturarlo), probablemente con la intención de llevarlo de vuelta a Nazaret y ponerle en orden.
Los escribas de Jerusalén intentan impedir la misión de Jesús acusándole de estar aliado con el diablo y de utilizar el poder de Satanás en sus milagros de curación.
Jesús señala lo absurdo de esta afirmación, ya que los milagros que realiza con el poder del Espíritu Santo traen curación, libertad y liberación, y no una esclavitud más profunda al poder del mal. Una casa dividida contra sí misma, dice, no puede sostenerse.
Jesús también cuenta una parábola sobre un hombre fuerte y un ladrón. La mayoría de la gente pensaría que el hombre fuerte es Jesús y el ladrón es Satanás.
En realidad, ¡es al revés! Utilizando el poder de Dios, es Jesús quien ha atado a Satanás y entra en su casa para liberar a los que están prisioneros del mal.
Jesús advierte de la gravedad de acusarle de ser un agente de Satanás, identificando al Espíritu Santo de Dios con los espíritus inmundos del mundo demoníaco.
Entonces aparece la familia de Jesús, fuera de la casa.
No pudiendo llegar hasta él a causa de la multitud, le envían un mensaje, pidiendo verle. Jesús no responde directamente a la petición, sino que pregunta y responde a la pregunta: "¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?". Señalando a la gente reunida a su alrededor dentro de la casa, Jesús dice: "Aquí están mi madre y mis hermanos. Todo el que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre".
La antigua familia queda fuera, y la nueva familia de Jesús se reúne con él dentro.
Formar parte de la familia de Jesús no depende de la relación de sangre con él, sino de reconocer que viene de Dios y de hacer la voluntad de Dios.
Pertenecer a la nueva familia de Jesús es unirse a él en la empresa de encarnar, de hacer realidad en carne y hueso, el profundo amor y la misericordia de Dios por todo su pueblo.

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