20 de julio Solemnidad
La memoria de Elías se guardó siempre viva de modo particular en el Monte Carmelo, donde se eligió seguir al Dios de Israel. Según el relato del Primer libro de los Reyes, capítulo 18, el sacrificio de Elías, consumado por el fuego que descendió del cielo, mostró al pueblo que Yahweh era el verdadero Dios.
Elías estuvo disponible para la obra de Dios y enviado a proclamar su palabra. Emprendió un largo viaje por el desierto, un viaje que lo dejó exánime. Se cobijó bajo un árbol y pidió la muerte. Pero Dios no permitió su muerte, sino que lo impulsó a continuar su viaje hasta el monte Horeb. Cuando llegó, Dios se mostró a Elías, no en los consabidos signos del antiguo testamento: fuego, terremoto o del fuerte viento, sino en una ligera brisa. Elías fue enviado nuevamente a su pueblo para continuar cumpliendo la voluntad de Dios.
De Elías, los Carmelitas aprenden a oir la voz de Dios en el silencio y en lo imprevisible. Buscamos permitir que la Palabra de Dios conforme nuestra mente y nuestra corazón de manera que el modo de vivir y trabajar sea profético y fiel a la memoria de nuestro Padre Elías.