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Lunes, 11 Julio 2022 14:12

Carta a la Familia Carmelita

Carta a la Familia Carmelita con ocasión de la Fiesta de Nuestra Señora del Monte Carmelo 2022

Hermanos y hermanas de la Familia Carmelita:

Al acercarse la solemnidad de Nuestra Señora del Carmen, nos encontramos con ánimo festivo. Queremos celebrar y dar gracias a Dios por todo lo que la Virgen del Carmen significa para nosotros. En particular, queremos dar gracias a Dios y a la Virgen porque el miedo que teníamos al Covid 19 el año pasado por esta época ha disminuido y la vida de muchos está volviendo a una cierta normalidad. Al mismo tiempo, seguimos pidiendo la protección de la Virgen para nosotros y para el mundo.

               

Este año hemos sido bendecidos con la canonización de San Titus Brandsma. ¿Quién podrá olvidar aquellos días de alegría y felicidad en Roma, y aquel momento en la plaza de San Pedro en el que, junto con otros nueve discípulos de Cristo, nuestro hermano Titus fue declarado santo? 

Lamentablemente, este año también ha estado marcado por la invasión de Ucrania por parte de las fuerzas rusas, lo que se añade a tantos otros males que causan mucho sufrimiento a personas inocentes en todo el mundo. Pensemos en los numerosos desplazados, sin hogar, que viven en campos de refugiados, muchos de ellos mujeres y niños. Mientras tanto, los hombres siguen siendo arrastrados a luchar en conflictos que no han deseado.

La celebración de Nuestra Señora del Monte Carmelo y el ejemplo e inspiración de San Titus Brandsma, nos invitan este año a reflexionar sobre el don del Carmelo, tal y como lo vivió nuestro nuevo santo. Podemos ver que el Carmelo nos ofrece la motivación más profunda para trabajar por la paz. Podemos contemplar y hacer nuestro el deseo de Dios por la paz y la total dignidad de la persona humana.

Mientras María estaba al pie de la cruz, junto con Juan, el discípulo amado, y las demás mujeres, Jesús creó en ese momento un nuevo tipo de familia humana, construida no sobre lazos de la sangre, sino basada en personas que se cuidan unas a otras. Ahora es el hijo quien acoge a la madre en su casa.  Las cosas han cambiado.  El sueño y el proyecto es que los hijos e hijas vengan al mundo y, a medida que crecen, lo hagan con la capacidad de cuidar cuanto existe para transmitirlo a los hijos e hijas que vendrán después.

Tanto el coronavirus como la acogida de los refugiados del conflicto de Ucrania nos han dado en muchos casos nuevos ejemplos de cómo las personas se cuidan unas a otras, especialmente en tiempos de profundo sufrimiento.  Mientras observábamos las precauciones en torno al coronavirus, sabíamos que nos estábamos protegiendo a nosotros mismos y también a los demás. Cuando aceptamos restringir nuestro  contacto social, lo hicimos para ayudar a detener la propagación del virus, algo que ahora, gracias a Dios, parece estar a nuestro alcance. Mientras tanto llegó a nuestras puertas el flujo de refugiados procedentes del conflicto en Ucrania. En toda Europa ha habido una actitud de acogida que nos ha sorprendido incluso a nosotros mismos. Gobiernos y ciudadanos particulares han abierto sus oficinas y casas familiares para acoger a personas que se vieron, en un instante, en la necesidad de abandonar sus hogares y sus medios de vida para buscar refugio de un ataque que caía de los cielos. 

El Monte Carmelo representa para nosotros un lugar de encuentro místico y fraternal, donde los hermanos alcanzaron un conocimiento más profundo de Dios y de los demás a través de su vida de soledad y de comunidad, meditando día y noche la ley del Señor.  Este es también nuestro camino. Bajo el amparo de la Santísima Virgen María, en obsequio de Jesucristo, por medio de nuestra soledad y junto a nuestros hermanos construimos junto a ellos una cultura de la paz para así dar a luz una Palabra de Paz al mundo.

Cada semana, en la Liturgia de las Horas, repetimos el cántico de Isaías, que habla de la montaña de la paz.

Sucederá en los últimos días

que el monte del Templo del Señor

se afirmará en la cumbre de los montes,

se alzará sobre los collados,

La montaña más alta es la más digna de honor. Si tuviera voz, su voz sería la que más escucharíamos. En medio de las muchas voces que nos dicen lo que debe ocurrir en el mundo, prestamos atención en la oración a la voz que habla de verdad, transparencia y amor, una voz y una visión que están por encima de todas las demás visiones, especialmente las que se basan en la preservación de los intereses creados de unos pocos, mientras millones de personas pasan hambre, no tienen hogar, han sido desplazadas.

y afluirán a él todas las naciones.

Irán muchos pueblos y dirán:

“Venid, subamos al monte del Señor,

al Templo del Dios de Jacob.

Él nos instruirá en sus caminos

y marcharemos por sus senderos,”

La montaña está al alcance de todos, pero necesita personas que guíen el camino. Aquí comprendemos cómo nos ayudamos e invitamos unos a otros a buscar los caminos del Señor, el camino más elevado, el que respeta la plena dignidad de la persona humana, y el que escucha el grito de cada uno de los hijos de Dios.

porque de Sión saldrá la Ley,

y de Jerusalén la palabra del Señor

El monte Sión y Jerusalén, la ciudad construida en lo alto, a la que el pueblo sube cantando sus canciones, se ha convertido hoy en un lugar de conflicto. Siguen siendo, para los creyentes, la representación del compromiso y la cercanía de Dios con su pueblo, a través de un pueblo y un lugar elegidos. Es en Jerusalén donde Dios establecerá la paz para su pueblo. "La paz sobre Jerusalén". (Sal 122)

Él juzgará entre las naciones,

y dictará sentencia a muchos pueblos.

¿Dónde están hoy los líderes que hablen sobre el juicio justo, que miren a la sabiduría superior de Dios, para encontrar así la sabiduría que resuelva los conflictos y marque el camino que lleve a la paz y al bienestar de todos? El juicio, debe estar basado en la verdad, y en la sabiduría. Nuestra sabiduría viene de la Palabra de la Sabiduría. La encontramos en María, y en los santos del Carmelo. Es la sabiduría por la que somos capaces de juzgar todo lo que vemos a nuestro alrededor. En ese juicio vemos la obra de la salvación, y añadimos nuestro sí y nuestra colaboración a la obra de Dios. 

De sus espadas forjarán azadas,

y de sus lanzas, podaderas.

No alzará espada nación contra nación,

ni se adiestrarán más para la guerra.

¿No es eso lo que a todos nos gustaría ver? Durante mis años en Perú, solía ver a los niños desfilar en la plaza del pueblo el día de la Independencia, con fusiles y ametralladoras de juguete en sus manos. A esa temprana edad se les enseñaba a pensar que un arma de destrucción era más importante como forma de defender a la nación que un instrumento de trabajo honrado, una pluma, una pala, unas agujas de tejer, un crucifijo. La imagen que tenemos de Titus Brandsma es la de un pacificador, en medio de sus libros, con la pluma o la pipa en la mano, en profunda conversación con colegas, compañeros carmelitas, estudiantes. Para él, un periódico era una forma de defender la verdad y la libertad de toda persona humana.

Titus Brandsma buscaba la motivación más profunda en todo lo que hacemos y esperamos. Veía a los carmelitas como personas portadoras de la Palabra, al igual que María era portadora de la Palabra. Esa Palabra es la paz. Aquellos que han recibido esa Palabra, y la aprecian, son personas que pueden llevar esa Palabra al mundo y hacer que ésta nazca en el mundo. En sus notas para un retiro, Titus sugirió que "de María debemos aprender a quitar de nuestros corazones todo lo que no pertenece a Dios. De ella podemos aprender a abrir nuestros corazones a Dios de manera que se llenen de su gracia. Entonces Jesús entrará, nacerá de nuevo en nosotros y crecerá en nosotros. Se hará visible en las cosas que hacemos, y vivirá en nosotros.  Cuanto menos llenos estemos de Dios, más pobre será nuestra vida. Con María, llena de gracia, viviremos la vida de Dios y encontraremos en nuestra unión con el Señor nuestra propia gloria y salvación".

Nuestros fundadores del Monte Carmelo idearon un modo de vida que era una fórmula de paz, como respuesta a las fuerzas armadas que les impedían entrar en la Ciudad Santa, Jerusalén.  María estaba en el centro de ese plan de paz.  No recurrirían al conflicto armado, sino que se ponían la armadura de Dios.

Al igual que San Titus rezó para que un día Alemania y los Países Bajos caminaran juntos por el camino de la paz, mi oración para todos nosotros al acercarnos a la solemnidad de Nuestra Señora del Monte Carmelo es que aprendamos realmente los caminos de la paz desde la más tierna infancia hasta el final de nuestros días, y junto con el profeta, digo: Oh casa de Jacob, ven, caminemos a la luz del Señor. Que los carmelitas de todo el mundo cumplan su vocación de ser portadores de la Palabra, y que esa Palabra sea realmente la Palabra que es la Paz.

Fraternalmente,

Míċeál O’Neill, O.Carm

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Descargar la Carta  pdf aquí (335 KB)

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