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Viernes, 01 Julio 2022 08:38

Celebrando En Familia - 14 Domingo del Tiempo Ordinario

Misioneros del Reino
(Lucas 10:1-12)

En el camino a Jerusalén, Jesús enseña a los discípulos el significado de ‘seguirle’. Una parte de ese seguimiento es la proclamación del Reino: llamar la atención sobre el reino de Dios en el mundo y en sus pueblos.

Se percibe una sensación de sencillez y urgencia cuando Jesús envía a los setenta y dos a difundir la Buena Noticia de la presencia de Dios en la vida humana. 

El Evangelio, por supuesto, no trata de un envío histórico de setenta y dos personas. Trata de la misión de cada discípulo de Jesús. Difundir el mensaje del Evangelio no debe hacerse de una forma amenazante, sino ganando los corazones y las mentes mediante el ejemplo y la buena vida. El mejor modo de hacerlo es haciéndose vulnerable y centrándose en la misión que en la comodidad. El verdadero regocijo no consiste en la conversión de un gran número de personas, sino en saber que se ha cumplido la palabra y la voluntad de Dios.

Los discípulos no pueden permitirse el lujo de agobiarse con demasiadas cosas o entretenerse en conversiones ociosas (chismes). Deben ser portadores de la paz de Dios, una paz que sana, fortalece, alivia, libera y restaura.

Se encontrarán dificultades, pero los discípulos no serán vencidos.
Este es el motivo del regocijo cantado en la primera lectura del profeta Isaías. Dios actúa en medio del pueblo como una madre que nutre y un río que fluye trayendo alimento, paz, consuelo y deleite. La gente florece cuando reconoce y acoge la presencia de
Dios.

Que esa presencia se vea y se siente siempre en nosotros.

Un misionero entregado experimenta
el gusto de ser un manantial,
que desborda y refresca
a los demás...
Solo puede ser misionero
alguien que se sienta bien
buscando el bien
de los demás,
deseando la felicidad
de los otros.

Evangelii Gaudium, 272

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