“En el Santísimo Sacramento Cristo se nos da de nuevo, y no solo Él como Segunda Persona de la Santísima Trinidad, no, nos dice que las tres Personas fijarán su morada en nuestro corazón, si estamos unidos a Él”
Titus Brandsma
La vida eucarística del Carmelo
Por ser de una importancia central para la vida cristiana, no sorprende encontrar la Eucaristía en el corazón de la vida Carmelitana, ya desde sus remotos inicios. Los primeros carmelitas construyeron un oratorio en medio de sus celdas del Monte Carmelo para facilitar la oración común y la celebración de la Eucaristía. Este espacio sagrado sería un punto focal para el encuentro de unos con otros y con el Señor resucitado. Hasta las reformas del papa Pío X a comienzos del siglo XX, no era habitual la recepción diaria de la Sagrada Comunión. Sin embargo, siguiendo lo establecido en la Regla del Carmelo, la recepción diaria del Sacramento era habitual en las comunidades carmelitas desde mucho tiempo antes.
También era una constante en la vida y espiritualidad de Tito Brandsma, que ingresó en la Orden del Carmen en 1898, en Boxmeer (Holanda), una ciudad muy devota de la Eucaristía.
Alimento para el viaje
Tito estaba convencido de que nuestra vida espiritual, igual que nuestra vida física, necesita alimentarse. En Elías, el profeta del Carmelo, veía el modelo de la vida carmelitana. Tal como Elías, en su viaje a través del desierto hasta llegar al Monte Horeb, fue sostenido por un alimento celestial y milagroso, también nosotros somos fortalecidos por el don de la Eucaristía mientras “realizamos el viaje de la vida de aquí abajo”. Tito fue detenido por su intrépida defensa de la libertad de la prensa católica y de los derechos humanos fundamentales en los Países Bajos ocupados por los nazis, Tito vivió la experiencia de este “caminar con la fuerza del pan divino” cuando hubo de recorrer su propio viacrucis, entre enero y julio de 1942, hasta acabar en el campo de concentración de Dachau.
De celebrar frecuentemente la Eucaristía
Tito se reafirmaba en la importancia de celebrar frecuente de la Eucaristía leyendo a los santos carmelitas como María Magdalena de Pazzi y Teresa de Ávila. También lo destacó al presentar la vida y mensaje de la santa Lidwina, venerada a nivel nacional en los Países Bajos.
Orar después de la Comunión
Siguiendo la tradición carmelitana, Tito subraya la importancia de dedicar un tiempo a orar después de recibir la sagrada Comunión. Es un momento realmente contemplativo, ya que, después de recibir al Señor resucitado, tratamos de permanecer abiertos para que Él realice grandes cosas en nosotros. Tito vincula esta oración después de la Comunión con la figura de Elías: “En las grutas del Horeb Dios habló al profeta mediante el susurro de un viento suave. El Señor no estaba en la tormenta, ni en el terremoto, sino en el viento sutil. También nosotros, después de la Comunión, permanecemos en las profundidades de nuestro espíritu en contemplación ante las especies eucarísticas, ya que Dios está pasando”.
Comunión espiritual
Santa Teresa de Ávila recomienda con frecuencia la comunión espiritual cuando no se puede recibir el Sacramento. Probablemente Tito no debía imaginarse antes de ser detenido hasta qué punto sería importante esta práctica para su vida, como tampoco los lectores de santa Teresa habrían advertido tal vez la importancia de la comunión espiritual antes de este tiempo de pandemia. Tito tuvo en Dachau la posibilidad de recibir la sagrada Comunión, incluso el día de su muerte, pero no siempre fue así. En la cárcel de Scheveningen, no pudiendo celebrar Misa con pan y vino, Tito explica: “Cada mañana, me arrodillo y digo las oraciones de la Misa diaria y la comunión espiritual”. En el campo de Amersfoort guiaba la oración comunitaria rezando con sus compañeros de prisión la comunión espiritual.
La Eucaristía y la contemplación
Una enseñanza que Tito Brandsma repetía a menudo es que “la vida contemplativa mística es fruto de la vida eucarística”. De la Eucaristía recibimos la fuerza para acoger el don de la contemplación. Decía a un grupo de jóvenes: “Las buenas obras no son suficientes: es necesario concienciarse de que servir a los hermanos es una exigencia de nuestra unión con Dios”.
Te Adoro
En su celda de la cárcel de Scheveningen, después de la comida, Tito rezaba el conocido himno Adoro te devote. Él mismo lo explica en su escrito “Mi celda”, en el cual narra su experiencia durante el tiempo de cárcel: “El Adoro te devote pasó a ser mi oración preferida. Con frecuencia la canto en voz baja y me es de gran ayuda como comunión espiritual”. He aquí el inicio y el final:
Te adoro con devoción,
Dios escondido,
oculto verdaderamente
bajo estas apariencias.
Jesús, a quien ahora veo oculto,
te ruego que se cumpla
lo que tanto ansío:
que al mirar tu rostro cara a cara,
sea yo feliz viendo tu gloria.
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