Un nuevo vínculo de amor y vida
La primera lectura de este domingo nos dice que nuestro camino hacia la transfiguración ocurre en nuestro interior, mediante el cambio de nuestros corazones. El profeta Jeremías espera una alianza nueva entre Dios y los hombres. Una alianza que no será escrita sobre piedra, sino en los corazones humanos. Esta nueva alianza no se podrá quebrantar ya que Dios siempre perdona y nunca recuerda nuestros pecados. Es en nuestros corazones que aprendemos la verdad sobre la fuerza del amor Dios por nosotros y nos reconocemos como el propio pueblo de Dios.
Hay una hermosa frase en el prefacio de la Plegaria Eucarística de Reconciliación I que recoge este sentido: y por Jesucristo tu Hijo, nuestro Redentor, tan estrechamente te has unido a la familia humana con un nuevo vínculo de amor, que ya nada lo podrá romper.
Las palabras del Evangelio de Juan ayudan a responder a la pregunta sobre la manera cómo se realiza esta alianza. El amor de Dios se revela en un ser humano débil y sufriente por medio del cual Dios ofrece su propia vida como una prenda de amor y perdón que sella esta nueva alianza.
Cuando algunos griegos piden ver a Jesús, él conoce que su predicación está cumplida y que «ha llegado la hora de que el Hijo del Hombre sea glorificado».
Al menos que el grano de trigo muera, queda solo. Si muere, produce una “rica cosecha”. La muerte de Jesús produce una rica cosecha de seguidores con quienes y en quienes siempre está presente. No nos quedemos solo haciendo el itinerario desde la tentación hasta la transfiguración, Jesús es nuestro constante compañero. Él es el camino por el cual pasamos de un punto al otro.
La fe en (ver) Jesús, nos libra de la tentación y nos lleva a la transfiguración, para ser la presencia de Dios en el mundo, el lugar de encuentro entre la necesidad humana y la compasión de Dios, para ser luz y vida los unos a los otros.
Si nosotros, también, “deseamos ver a Jesús” debemos mirar en el interior de nuestro corazón. Allí es donde Dios escribe su ley de amor en la persona de su Hijo. Allí descubrimos la presencia de Aquel que nos ama más allá de la muerte y que nos modela suavemente a imagen y semejanza de su Hijo
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Somos conscientes que Cristo não só se faz presente no Santíssimo Sacramento, mas também está em nossos corações. Mesmo quando estamos sós, continuamos sendo membros do Corpo de Cristo.
O lugar que escolher para esta oração, poderia ter uma vela acesa, um crucifixo e a Bíblia. Estes símbolos ajudam a manter-nos conscientes do sagrado que é o tempo de oração e a nos sentirmos unidos com as outras comunidades locais que estão em oração.
A celebração é organizada para que um dos membros da família a presida e os demais membros participem juntos. Porém, a parte do presidente da celebração pode ser compartilhada por todos os presentes.