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El profeta Elías

elijah04 350Elías, hombre de Dios e hijo de su pueblo, tiene gran actualidad para nosotros. Parece que podemos parangonar nuestra situación con la experiencia del gran profeta de Yahvéh, narrada en los libros de los Reyes (Cfr 1 Re 17-19.21; 2 Re 1-2).

Después del gran éxito del desafío en el Carmelo ante el pueblo gozoso, al oír las amenazas de Jezabel, siente miedo y se precipita en una profunda crisis existencial: quiere morir, solo y triste.

Hombre derrotado, marcha al desierto, lugar sin vida y símbolo de la nada. Se siente vacío y desilusionado, porque no consigue entender su vida en un país cuya fe en Yahvéh parece haber cedido el puesto a la adoración de los ídolos. El desierto, sin embargo, en lugar de acelerar su muerte, es el lugar de la renovación que lo conduce a un encuentro más intenso con la Palabra de Dios y a una purificada capacidad para mirar la historia y de relacionarse con ella y a iniciar un nuevo camino de vida: “Levántate y come, porque el camino es demasiado largo para ti” (1 Re 19.7), le dice el ángel, mostrándole el pan y el agua.

Elías debe continuar viviendo y luchando, sobre todo, dentro de sí mismo contra su desesperación y su presunción, que no le han permitido entender que es Dios quien guía la historia sirviéndose de sus mensajeros; y después, de nuevo en medio del pueblo, como testigo visible y creíble de la fidelidad de Yahvéh.

Sobre el Horeb realiza una nueva experiencia de Dios. En la brisa de un viento ligero, escucha su voz, que le hace entender que debe continuar siendo testigo fiel de Yahvéh, su profeta en el pueblo.

Como a Elías, también a nosotros la voz de Dios nos hace descubrir muchos signos de fidelidad generosa, a menudo escondida, de todos los que “no han besado a Baal” (1 Re 19, 18). Pensamos en todas nuestras comunidades, en los grupos de jóvenes, de mujeres, de contemplativas, que viven el carisma del Carmelo y desempeñan un ministerio humilde y generoso, animado y sostenido, porque es muy precioso para el pueblo de Dios. Esto abre el corazón a la esperanza y urge al compromiso.

 

Capítulo General 1995, El Carmelo: Un Lugar, un Camino en el Tercer Milenio.

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