15 de noviembre Memoria libre
Los hogares de la mayoría de la gente no consisten en un marco simple de madera o una base de cemento, sino que se construyen a partir de una gran variedad de materiales, y más a menudo por el resultado de la participación de más de una o dos personas. Así, también, la Orden del Carmelo continúa creciendo y desarrollándose hoy en día debido a la presencia y la contribución de todos aquellos que construyeron sobre sus fundamentos espirituales, que no sólo se refieren a sus grandes santos.
En esta conmemoración de Todos los Difuntos Carmelitas, recordamos a todas estas personas y su contribución en la herencia que se ha transmitido hasta nosotros. Estos hermanos nuestros, hombres y mujeres, quizás no fueron famosos escritores espirituales ni destacaron por sus experiencias extraordinarias de oración, pero sí dejaron su marca en la Orden y en cada uno de nosotros a través de sus propios esfuerzos para vivir en obsequio de Jesucristo al servicio de la Orden y de la Iglesia. Ya sea como sacerdotes o hermanos, monjas o religiosas, laicos consagrados o miembros de la Tercera Orden, ellos llevaron el espíritu del Carmelo a su vida diaria y a todos los que les rodearon. Algunos no fueron miembros oficiales de la Orden, pero a través de su generosidad, tiempo, talento y apoyo, nos animaron a nosotros Carmelitas a una fidelidad cada vez más profunda a nuestra vocación.
Pero este día no es simplemente un día más para recordar. También es un día en el que la Orden reza de modo especial por estas almas en un acto de fe que confía en la misericordia y las promesas de Jesucristo, "la resurrección y la vida" (Juan 11,25), quien nos asegura que la voluntad del Padre es que no pierda nada de lo que Él le dio, sino que lo resucite en el último día (Juan 6,39). A través de nuestra oración, unida a la intercesión de María, le pedimos a Dios que cuide de nuestros hermanos en su infinita y grande misericordia (cf. Isaías 55,7-11), y los llame a su casa. Al mismo tiempo, nuestras súplicas son también para nuestros difuntos Carmelitas, alentándolos a avanzar hacia Dios con la gran confianza de que lo que creyeron, experimentaron y vivieron durante su vida terrenal, ahora llegará a realizarse plenamente en el abrazo eterno divino.
Para nosotros, también, que permanecemos en esta existencia terrenal, este día sirve como un recordatorio importante de que esta vida terrenal no es más que un momento pasajero, una breve estancia hacia una realidad más viva y permanente. Esta conmemoración, por lo tanto, es una invitación a priorizar nuestras vidas de tal manera que reflejen esta esperanza futura, abandonando todo lo que nos hace perder tiempo y esfuerzos y nos impide llegar hacia la meta de la vida eterna en Dios. Estas almas fieles por quienes oramos nos ayudan a comprender que no estamos solos en esta peregrinación, ya que también ellas han viajado este mismo camino hacia la eternidad.
Así que vamos a recordar y orar por nuestros queridos difuntos carmelitas de una manera especial hoy, dando gracias por todo lo que han hecho, y rezando para que puedan disfrutar de su descanso eterno. De este modo, seguimos participando en la construcción de la casa de Dios, la casa de muchas moradas (Juan 12,4), de la que nuestros hermanos y hermanas, y nosotros mismos, estamos invitados a proclamar un día como nuestra casa eterna.
Los miembros de la familia del Carmelo, congregados por el mismo amor a Cristo y por el obsequio hacia su amadísima Madre, continúan amándose fraternalmente, tanto cuando aquí en la tierra se ocupan en el combate por Cristo, como cuando, tras su peregrinación por este mundo, esperan la visión gloriosa del Señor. Por eso, toda la Orden se reúne en la oración y encomienda a la misericordia de Dios a los hermanos y hermanas difuntos, para que los acoja en el coro glorioso de los Santos, por intercesión de la Virgen María, prenda de esperanza cierta y de eterno gozo.