Queridos hermanos y hermanas,
en la situación especial que vivimos quiero dirigir una palabra de apoyo a todos nuestros hermanos que de algún modo sufren el dolor de la constante difusión del virus Covid-19. En la Curia hemos acogido las instrucciones del Gobierno italiano y hacemos cuanto podemos para cumplirlas. Esto ha supuesto decir a nuestro personal que deje de venir a trabajar hasta que recibamos nuevas instrucciones. Hemos organizado nuestra vida, de manera que ninguno acogerá a nadie en casa ni la abandonará hasta que haya sido revocada la prohibición, exceptuando las emergencias y los servicios básicos. Reconocemos el sacrificio que esto comporta, pero creemos que hemos de dejarnos guiar por los consejos de los expertos.
Tenemos presentes en nuestra mente y en nuestra oración a los que han muerto y a sus familias que sufren. Rezaremos por todos los que trabajan en el campo de la sanidad, para que los investigadores consigan identificar este virus y hallen la mejor manera de proteger a la población de la infección, y también para que los médicos y enfermeros consigan ayudar a todas las víctimas.
No hemos de perder la confianza ni dejarnos dominar por el miedo. Esta experiencia nos lleva a considerar hasta qué punto somos impotentes, a pesar de nuestros progresos. En situaciones como ésta nos damos cuenta con mayor claridad de que sin Dios no podemos hacer nada. Tenemos, pues, ocasión propicia para renovar nuestra fe en Dios y nuestro compromiso de cara al bienestar recíproco y especialmente nuestra solicitud por los pobres, los que tienen menos posibilidades cuando la vida se hace difícil.
Durante el tiempo que permanezcamos confinados en nueras casas podemos reunirnos para reflexionar y para orar más, como María, la Madre de Dios, que guardaba todas estas cosas meditándolas en su corazón.
Míceál O’Neill, O.Carm.
Prior General
2020 – 13 – 03